

Es probable que el caos en las filas de las oposiciones y los oficialismos para elegir candidatos no hubiera estallado si la institucionalidad estatal y los partidos polĆticos hubieran respetado las reglas de juego establecidas en normas claras, diseƱadas precisamente para evitar el desorden que ha marcado las Ćŗltimas semanas en esta feroz disputa polĆtico-electoral.
Desde 2018 rige la Ley de Organizaciones PolĆticas, que regula la actividad polĆtica y la vida interna de los partidos a nivel nacional, departamental, municipal y en los pueblos indĆgenas. En su CapĆtulo II, dedicado a la democracia interna, la ley establece las elecciones primarias para definir los binomios presidenciales. Sin embargo, sus preceptos son ignorados con frecuencia por partidos, alianzas, candidatos, dirigencias y hasta por la propia institucionalidad electoral.
En 2019, antes de las elecciones generales de octubre āanuladas tras el escandaloso fraude liderado por Evo Moralesā, las primarias fueron una farsa. En el MAS, se impuso sin cuestionamientos el binomio Morales-GarcĆa Linera por cuarta vez. En Comunidad Ciudadana, Bolivia Dice No y el PDC, se informó al Ćrgano Electoral que sus militantes habĆan elegido por abrumadora mayorĆa a los binomios luego inscritos en el TSE. Todo un montaje.
El artĆculo 29 de la Ley de Organizaciones PolĆticas, que en 2025 cumplirĆ” siete aƱos, estipula: āPara participar en la elección de presidenta o presidente y vicepresidenta o vicepresidente del Estado Plurinacional, los partidos polĆticos o alianzas elegirĆ”n a su binomio en un proceso electoral primario, obligatorio y simultĆ”neo, convocado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) 120 dĆas antes de la convocatoria a elecciones generales, con participación exclusiva de la militancia. Este proceso serĆ” organizado y financiado por el TSE con recursos pĆŗblicosā. Sin embargo, la realidad ha estado lejos de cumplirlo.
Tras el simulacro de 2019, en 2020 se suspendieron las primarias por la pandemia y la profunda crisis polĆtica que aĆŗn golpeaba al paĆs. Para las elecciones generales de este aƱo, se asumió āingenuamenteā que la ley se respetarĆa y que habrĆa primarias para definir los binomios, incluso con la posibilidad de abrirlas a todos los electores, no solo a los militantes.
En marzo de 2024, Carlos Mesa, lĆder de Comunidad Ciudadana, llegó a la Asamblea Legislativa acompaƱado de legisladores de su partido y presentó un proyecto ambicioso: reformar la Ley de Organizaciones PolĆticas para que las primarias fueran abiertas, simultĆ”neas, obligatorias y competitivas, al estilo de una verdadera campaƱa electoral, superando incluso las PASO argentinas. La propuesta buscaba incluir a todos los mayores de 18 aƱos registrados en el padrón electoral, rompiendo con el control de los aparatos partidarios. Pero el documento quedó en el limbo: no hubo cabildeo serio y, cuatro meses despuĆ©s, en julio de 2024, durante una cumbre multipartidaria organizada por el TSE, los propios proponentes ayudaron a sepultar la idea.
En ese encuentro, autoridades estatales y lĆderes de las cĆŗpulas partidarias āincluida CCā acordaron eliminar las primarias de 2025, ya fueran cerradas o abiertas. La excusa: priorizar las elecciones judiciales para renovar el sistema de justicia y contrarrestar los abusos del Gobierno. Sin embargo, las judiciales resultaron fragmentadas, y cinco magistrados prorrogados del Tribunal Constitucional y dos del Tribunal Supremo de Justicia, intocables desde enero de 2018, siguieron en sus puestos, sirviendo a los gobiernos de turno desde las altas cortes tras siete aƱos y cuatro meses en el cargo.
Los argumentos para descartar las primarias fueron variados: falta de recursos por la crisis económica, urgencia de cambiar magistrados para equilibrar al Ejecutivo, imposibilidad de realizar dos elecciones en un aƱo. Lo cierto es que las judiciales se desmoronaron y las generales de este aƱo se celebrarĆ”n sin primarias. En su lugar, los partidos y alianzas han improvisado remedos peculiares: primarias de pacotilla basadas en pactos incumplidos, encuestas pactadas pero ignoradas, bloques deshechos, iniciativas unilaterales, āroboā o alquiler de siglas y uso de fondos pĆŗblicos en precampaƱas.
Estos simulacros, carentes de reglas y plagados de zancadillas, han recurrido a propaganda oficial con tinte electoral, billeteras abultadas para imponerse, egos inflados para suplir carencias y una guerra sucia de amenazas y descalificaciones. ĀæEl resultado? Confusión, decepción y una creciente apatĆa entre la ciudadanĆa, que esperaba, por el contrario, claridad y esperanza.
A este escenario tóxico se sumó la āencuestocraciaā: sondeos diversos āpresenciales, virtuales, āprimarias digitalesāā que amplificaron el desconcierto y fueron el golpe final para el bloque opositor, desencadenando rupturas como la de Tuto y Samuel. La improvisación y los intereses mezquinos se apoderaron de liderazgos, partidos, alianzas e instituciones. Nadie priorizó la democracia nacional.
ĀæCuĆ”ntos binomios presentarĆ”n las oposiciones? ĀæCuĆ”ntos representarĆ”n al populismo autoritario? Los errores de cĆ”lculo, los apuros, las trampas tejidas entre apretones de manos y las acusaciones de traición han saturado estos remedos de primarias. Urge exigir que, de cara a las próximas elecciones generales, el TSE impulse una reforma a la Ley de Organizaciones PolĆticas para garantizar primarias abiertas, simultĆ”neas y obligatorias, cumplidas como requisito esencial de los comicios. Solo asĆ se evitarĆ”n nuevos episodios que atentan contra la democracia y que, francamente, rayan en lo patĆ©tico.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
La opinión expresada en este artĆculo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
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