

La demagogia, definida históricamente en las doctrinas políticas como la “forma corrupta y degenerada de la democracia” e “inherente al sistema democrático”, ha evolucionado en la actualidad hacia lo que se conoce como “posverdad”. Esta implica la manipulación de la información, el uso de mentiras, promesas vacías, retórica emocional y la simplificación de problemas complejos, convirtiéndose en una práctica común en esta época electoral que vive el país.
Por lo general, los candidatos recurren a esta práctica política para manipular las emociones, prejuicios, miedos y esperanzas del electorado con el único fin de ganar apoyo popular.
Los especialistas en economía señalan que la solución a la crisis económica en Bolivia es un proceso complejo que podría tomar varios años. Se trata de un desafío de largo plazo que requerirá un proceso gradual y sostenido, con cambios estructurales y un esfuerzo coordinado entre gobernantes y los sectores productivos de la sociedad boliviana.
La dependencia de las exportaciones, la deuda pública, la diversificación productiva, el control de la inflación, el fortalecimiento del sector privado, la inversión extranjera, la subvención a los hidrocarburos, el sistema impositivo, la seguridad jurídica y la lucha contra la corrupción son algunos de los factores que impiden una solución inmediata y que no se pueden resolver de la noche a la mañana. Los más pesimistas aseguran que ni siquiera el próximo gobierno logrará solucionar por completo la crisis económica. Es importante destacar que no estamos frente a un simple temblor, sino a un paso de un terremoto devastador para la economía popular.
Sin embargo, los políticos parecen tener una lógica diferente y una visión simplista sobre los temas económicos y sociales. Al inicio de la campaña electoral, ya hemos escuchado propuestas que se enmarcan en el concepto de demagogia. Por ejemplo, está el caso de los “100 días” del empresario conocido en el pasado como el “rey del cemento”, quien intenta llegar a la silla presidencial desde 2009. En el otro extremo, el hijo de un expresidente, con 23 años en la administración pública, promete solucionar la crisis económica en un solo día: “El 17 de agosto es nuestra meta, el 8 de noviembre somos gobierno y el 9 de noviembre transformamos en un solo día. Nada de 100 días, ¡en un solo día!”.
Paradójicamente, un candidato que aún no ha logrado inscribirse en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) asegura que no esperará mucho tiempo para ejecutar sus medidas económicas y sociales, sino que lo hará en cuestión de horas: “Cuando sea presidente, no habrá que esperar 100 días para nada. En la primera hora de gobierno, mientras leo mi discurso presidencial, se estarán ejecutando las medidas, y al terminar mi discurso, verán enmanillados a los corruptos y maleantes más grandes de este país”.
Otro candidato, proveniente de las Fuerzas Armadas y dedicado ahora a la política, asegura que traerá “inmediatamente 10 mil millones de dólares con la venta anticipada de litio para estabilizar la economía del país”. Sin embargo, Bolivia no figura en el contexto internacional como un país certificado para comercializar litio, un recurso que, según el manifiesto de la Cumbre Energética Bolivia 2025, publicado en mayo por la Sociedad de Ingenieros de Bolivia (SIB), requiere al menos cuatro años para generar utilidades.
Por su parte, un político con más de 30 años en la administración pública, exvicepresidente y expresidente, propone, siempre y cuando cuente con mayoría parlamentaria, estabilizar la economía antes de fin de año con un plan de salvataje y el apoyo de organismos internacionales: “Creo firmemente que esa estabilidad llegará antes de Navidad”. No obstante, según las dos encuestas autorizadas por el TSE, todo indica que ningún candidato obtendrá mayoría parlamentaria, lo que hará necesaria una segunda vuelta.
Con estas propuestas, queda claro que el objetivo de algunos candidatos a la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia es instrumentalizar al electorado y dirigirlo como si fuera un rebaño. A estas alturas de la vida institucional del país, la ciudadanía cuenta con un alto sentido crítico, suficiente madurez y capacidad de discernimiento para tomar decisiones con información adecuada y hacer frente a la demagogia. Sin embargo, lo mínimo que se puede exigir a los políticos en campaña electoral es que actúen con coherencia frente a la realidad. ¿Será mucho pedir coherencia a los políticos en tiempos electorales?
Jhonny Salazar Socpaza es periodista.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
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