

La inflación en Bolivia ha comenzado a sentirse con fuerza. Según datos oficiales, la inflación acumulada entre enero y junio alcanzó un preocupante 15,53%, lo que implica una considerable pérdida del poder adquisitivo de los bolivianos. La proyección del Fondo Monetario Internacional (FMI), que estimaba una inflación superior al 15% para finales de año, resultó conservadora. En contraste, el Gobierno había proyectado un 7,5% para la presente gestión.
Una inflación de esta magnitud en tan solo seis meses refleja una acelerada pérdida del poder adquisitivo, con serias consecuencias para la economía y la vida cotidiana de la población.
En términos prácticos, 100 bolivianos tienen ahora un valor real aproximado de 84,47 bolivianos debido al encarecimiento de productos y servicios. Para adquirir los mismos bienes que antes, hoy se necesitan 115,53 bolivianos.
El costo de productos básicos como la carne de pollo y res, la cebolla y la papa ha aumentado significativamente, impactando el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que alcanzó un 5,21% en junio. El Instituto Nacional de Estadística (INE) realizó 54 mil cotizaciones para calcular este indicador en las nueve capitales de departamento.
El alza inflacionaria se atribuye a los bloqueos registrados entre mayo y junio, así como a dificultades en la importación de combustibles. Desde el INE reconocieron que esta situación “se siente en el bolsillo” de los bolivianos, un hecho innegable e inevitable.
La inflación no es solo una cifra técnica: se traduce en menos comida en la mesa, dificultades para cubrir servicios básicos y, en muchos casos, el endeudamiento de las familias más vulnerables.
Una inflación de esta dimensión, que en tan corto plazo superó las proyecciones gubernamentales, puede generar efectos sociales, aumentar las tensiones laborales y erosionar los ingresos fijos. Este escenario crítico exige decisiones urgentes.
Ante este panorama, los expertos en economía recomiendan implementar medidas fiscales y monetarias, como ajustes en los gastos e ingresos, modificaciones en las tasas de interés y control de la oferta monetaria, para frenar la acelerada pérdida del poder adquisitivo. De no tomarse estas medidas, el país corre el riesgo de entrar en una espiral de inflación descontrolada.
Asimismo, es urgente promover un diálogo nacional para diseñar medidas de compensación salarial acordes con la realidad, implementar subsidios focalizados y establecer políticas de control de precios que eviten un mayor deterioro del nivel de vida.
Los salarios se devalúan cuando los ingresos no crecen al mismo ritmo que los precios de los artículos de primera necesidad. Como resultado, las familias compran menos, la pobreza aumenta y los más afectados son aquellos con ingresos fijos o provenientes del sector informal.
A la población se le recomienda mantener hábitos de ahorro, siempre que sea posible, priorizar el gasto en necesidades básicas y evitar deudas innecesarias. Si la inflación alta persiste, generará incertidumbre, incrementará las demandas sociales y agudizará los conflictos laborales.
Jhonny Salazar Socpaza es periodista.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
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