
Quién diría. El nuevo ciclo político en Bolivia no solo tiene como característica central el derrumbe del MAS —partido que, durante las dos últimas décadas, condenó al resto de las fuerzas políticas a la periferia del campo de disputa ideológica al ostentar su hegemonía tanto en los ámbitos formales (como el Legislativo, con los dos tercios de los votos) como en la sociedad misma, mediante la cooptación y la división de los sectores—, sino que también parece marcado por el retorno de los partidos que, en la época neoliberal, conformaron el trípode de la política nacional. Sería un error trasladar linealmente aquella configuración al presente, pero indudablemente hay señales que hacen pensar en una especie de restauración.
Quién diría. El Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), fundado hace 54 años por Jaime Paz Zamora y llevado al panteón de los partidos políticos en 2006, ha resucitado casi veinte años después, coincidentemente con la llegada de otro Paz al palacio de gobierno: Rodrigo Paz Pereira, hijo del expresidente (1989-1993) y líder del mirismo en todas sus etapas.
Será motivo de otros análisis determinar si Paz Pereira representará políticamente la continuación de Paz Zamora en el liderazgo partidario. De hecho, cuenta con su propia agrupación, Primero la Gente. Sin embargo, el uso del himno partidario de los ochenta, los colores naranja y azul, la reaparición del “gallo combativo” en la campaña electoral de 2025 y la presencia de miristas en ministerios clave y en el equipo de asesoramiento político del nuevo presidente muestran a un MIR “recargado”.
A los Paz y compañía les viene bien la resucitación del MIR, porque en el PDC existe la comprensión de que será prescindible en cualquier momento y que, por tanto, debe aprovechar su condición de “partido de gobierno” para ampliar su presencia en las elecciones subnacionales. Ya hizo saber que la sigla está disponible para quienes busquen disputar las nueve gobernaciones, las 340 alcaldías, los cientos de curules de asambleístas departamentales y los miles de concejalías.
Quién diría. Otro partido importante de los ochenta y noventa, Acción Democrática Nacionalista (ADN), fundado por Hugo Banzer en 1979 —tras haber encabezado una cruenta dictadura militar entre 1971 y 1978—, está sentenciado a muerte, aunque se aferra a la justicia constitucional para mantenerse con respiración asistida.
Convertido en demócrata, Banzer llegó a la presidencia por voto popular en 1997 y extendió el período presidencial de cuatro a cinco años, pero no pudo concluir su gestión debido a un cáncer que terminó con su vida. El vicepresidente Jorge Quiroga Ramírez culminó el mandato por sucesión constitucional y, desde entonces, intentó reiteradamente volver a la presidencia mediante alianzas y representando a varios partidos. Este año estuvo a un paso de conseguirlo: llegó a la segunda vuelta con la alianza Libre, fruto de acuerdos con el FRI y Demócratas de Rubén Costas.
Volvió a fracasar, pero en medio de la campaña inició los trámites para convertir a Libre en un partido de alcance nacional, algo que tanto se le ha reclamado a “Tuto” Quiroga para que deje de buscar siglas de alquiler en cada evento electoral.
Libertad y República (Libre), el partido que nació oficialmente el 21 de noviembre de 2025, tratará de liderar la derecha boliviana en una suerte de renovación política y programática de ADN. Libre no podrá participar en los comicios regionales, pero buscará caminos para estar presente en el próximo proceso electoral.
Tras posturas divergentes, el Tribunal Supremo Electoral afirmó que el MIR sí podrá participar en las regionales si cumple tres requisitos, entre ellos el pago de una multa actualizada que en 2006 bordeaba los 300.000 bolivianos. En cambio, Libre y otras organizaciones que obtuvieron su personalidad jurídica después del 22 de agosto —noventa días antes de la convocatoria a elecciones— están impedidas de hacerlo: una verdadera injusticia para la democracia.
Quién diría. El tercer partido del antiguo sistema solar, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), nunca perdió su personalidad jurídica ni estuvo al borde de la extinción durante el reinado del masismo. Sin embargo, decidió no participar en la elección nacional de este año, evitándose los líos del alquiler de su sigla a candidatos que incluso hubiesen tenido diferencias ideológicas insalvables con el nacionalismo revolucionario.
No fue una decisión fácil, porque corrió el riesgo de que sus dirigentes de base y militantes cambiaran de bando en busca de oportunidades.
¿Serán las elecciones subnacionales el momento de la reaparición del MNR? Se sabe de intensas reuniones internas en las que se debate la idea de irrumpir en marzo con candidatos propios o apoyando postulaciones afines en departamentos y municipios importantes. La decisión final se tomará en un encuentro nacional orgánico de los movimientistas.
Quién diría. El MAS, tras haber arrinconado al resto de partidos aprovechando su aplastante hegemonía, ha quedado reducido a la mínima expresión en la Asamblea Legislativa —apenas dos diputaciones— y dividido en facciones, de las cuales el evismo es la que tiene mayores posibilidades de proyectarse como expresión organizada de lo nacional-popular.
Evo Pueblo, el nuevo instrumento político del caudillo, tampoco está autorizado para participar en los próximos comicios, pero podrá buscar formas de estar presente en la competencia electoral del próximo año.
Oficialmente, los partidos de alcance nacional reconocidos por el Órgano Electoral son: MNR, FRI, PDC, UN, MAS, Demócratas, MTS, NGP, APB-Súmate, Morena, Libre, MIR, UCS y ADN; estos dos últimos aún con vida gracias a una “chicana” en la justicia constitucional, aunque el certificado de defunción puede llegarles en cualquier momento.
¿Será que el MIR, el MNR, el MAS (o Evo Pueblo) y Libre conformarán el futuro sistema solar político en Bolivia? La pregunta no busca desmerecer la proyección del resto de fuerzas políticas, pero se perfila un tiempo en el que se necesitarán liderazgos de alto vuelo para transitar hacia una democracia renovada y pactada. El país ha quedado escaldado tras haber entregado tanto poder a una sola tienda política; nacer, resucitar y perdurar aparecen como los rasgos del nuevo desafío para el sistema de partidos.
Después de las elecciones de marzo de 2026 habrá un largo período para que todos los partidos legalmente reconocidos trabajen en tesis ideológicas, estatutos orgánicos, formación de nuevos liderazgos y estructuras partidarias novedosas, entre otras tareas. Las plataformas digitales y las nuevas herramientas tecnológicas pueden ayudar a practicar política de otra manera, sin abandonar los escenarios internos de debate apasionado y de centralismo democrático.
Si no lo hacen, es posible que sobrevivan hasta las próximas elecciones nacionales y regionales, pero cada vez más divorciados de la gente a la que dicen representar y de la realidad que pretenden transformar.
Quién diría.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.



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