
Una fecha, dos hechos y dos destinos… El 12 de noviembre de 2019, Evo Morales y Álvaro García Linera llegaban a México, invitados por Andrés Manuel López Obrador, tras haber renunciado a la presidencia y la vicepresidencia como producto del escandaloso fraude electoral que cometieron en los comicios generales de octubre, lo que provocó una rebelión popular: la revolución de las pititas.
Morales y García Linera, quienes pretendían ser presidente y vicepresidente hasta morir, comenzaban a transitar una larga etapa fuera del poder. Este 12 de noviembre de 2025 se han cumplido seis años con Morales y García Linera apartados del poder por voluntad de la mayoría de la población, harta de los atropellos antidemocráticos.
En este sexenio, no solo están relegados, sino que contribuyeron con su cuota a la implosión del MAS, que terminó fragmentado en por lo menos tres facciones hoy irreconciliables y a punto de que esa organización política pierda su personalidad jurídica en las elecciones generales del 17 de agosto de este año.
García Linera ha abandonado la primera línea de la acción política y su retorno, ejerciendo un liderazgo claro y reconocido, es cuando menos improbable. Parece no interesarle. Seguramente acumuló tal cantidad de recursos que no le pasa mal asesorando en otras realidades, compartiendo sus experiencias estalinistas y analizando la debacle del masismo, obviando, por supuesto, su intención de eternizarse en el poder.
Morales, en cambio, lucha por mantenerse vigente, aunque de los seis años fuera del poder, el último ha permanecido confinado en el trópico de Cochabamba para evitar su aprehensión y su procesamiento judicial por aberrantes abusos a menores de edad, además de su posible entrega a la justicia estadounidense bajo cargos de narcotráfico y de crimen organizado.
¿Habrá imaginado Morales semejante desenlace? Estoy seguro de que ni en la peor de sus pesadillas. Planificó volver a la presidencia este año, pero la codicia de Luis Arce trastocó los planes, dejando al caudillo sin partido, sin perspectiva, sin recursos fruto de los aportes partidarios, sin libertad plena… Está recluido en el trópico cochabambino.
Ese 12 de noviembre de 2019, la segunda vicepresidenta del Senado, Jeanine Áñez, llegaba a La Paz procedente de su tierra trinitaria para asumir la presidencia de Bolivia, en aplicación de la sucesión constitucional que tuvo como contexto la renuncia del vicepresidente, de los presidentes de las cámaras de Senadores y Diputados, y del primer vicepresidente del Senado.
Nunca había pasado por su mente que ejercería el cargo público más importante del país, en medio de una gravísima crisis política que amenazaba con convertirse en una guerra civil, fruto del vacío institucional provocado intencionalmente por Morales, García Linera y otros políticos y políticas del MAS. No se arrepiente…
Asumió la presidencia y comenzó para ella una etapa turbulenta y conflictiva durante el año que duró su gobierno transitorio, y ante el error político de haber aceptado la candidatura presidencial para las elecciones de 2020. Se transformó en un horror por casi cinco años, cuando se convirtió en presa política, en trofeo de la sañuda persecución que la embistió hasta dejarla sin esperanza.
Aferrada al amor incondicional de sus hijos y hermanos, a la lealtad a toda prueba de sus abogados, a la solidaridad de quienes no le dieron la espalda en ninguna circunstancia, la expresidenta resistió juicios indebidos, sentencias injustas, atropellos penitenciarios, descalificaciones políticas e indiferencias de sus exaliados.
La luz se encendió para ella en diciembre del año pasado, cuando el voto popular cambió a siete de los nueve magistrados del Tribunal Supremo de Justicia —dos se quedaron como prorrogados— y comenzó a caminar por la ruta del debido proceso, del Estado de derecho, del respeto a los Derechos Humanos.
A propósito del 10 de noviembre, de los 215 años de la gesta libertaria de Potosí, entrevisté esta semana, junto a mi compañero Gonzalo Rivera, a Eduardo Maldonado —exsenador potosino invitado por el MAS en 2009, activista por los Derechos Humanos, abogado e historiador— sobre el pasado, presente y futuro de su región.
No dejamos pasar la oportunidad y le pedimos una reflexión sobre el 10 de noviembre de 2019, fecha en que Morales renunció a la presidencia de Bolivia por el fraude electoral, aunque el masismo trató de imponer la narrativa de un golpe de Estado. Marcó los elementos de la opresión y violación de los Derechos Humanos en los 14 años del régimen de Morales, en la lógica de amigos y enemigos.
“No se hace tanto como se paga…”, sostuvo Maldonado para graficar los últimos seis años del caudillo y lo que enfrenta en términos políticos, judiciales y morales. Dejó claro que la frase es parte de la cueca “Tu orgullo”, compuesta por su abuelo, el insigne potosino Humberto Iporre Salinas. Invita a pensar y reflexionar.
Mientras Jeanine Áñez disfruta la libertad alcanzada hace unos días, en su tierra trinitaria, junto a los suyos, tras una pesadilla de casi cinco años provocada por la tiranía masista —solo por haber respondido al llamado de la patria—, Evo Morales vive recluido en el trópico, acechado por órdenes de aprehensión, atrapado por una insaciable sed de poder y venganza.
Sus destinos han cambiado radicalmente después del 12 de noviembre de 2019 y muestran con claridad que “no se hace tanto como se paga…”.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.


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