
Aunque el Gobierno ha decretado un feriado largo, no se puede viajar a cualquier lugar, ya que algunos puntos del territorio nacional se ven afectados por los bloqueos de quienes exigen la abrogación del Decreto Supremo 5503, que, entre otras cosas, dispuso suspender la subvención al precio de los carburantes.
Y pongo “exigen” entre comillas porque dudo que esa demanda parta genuinamente de los bloqueadores. Todos los sondeos honestos —realizados mayoritariamente en las redes sociales— demuestran que el levantamiento de la subvención es una medida que cuenta con apoyo popular. Es cierto que se ha producido una inflación innegable —puesto que todo ha subido bruscamente—, pero el efecto ha comenzado a ser asimilado, a la par que los gobiernos municipales negocian el incremento de las tarifas del transporte público.
Contrariamente a lo que pregonaron los dirigentes de la cooptada Central Obrera Boliviana y las organizaciones sindicales controladas por el MAS, las protestas no son nacionales ni masivas, y solo resultan contundentes en determinadas regiones. Más aún: la cantidad de bloqueos ha disminuido desde su inicio y, hasta el martes, se concentraban principalmente en Chuquisaca.
Es muy probable que el día de Navidad ya no haya bloqueos, pero también existe la posibilidad de que se reinstalen a partir del viernes por una razón: esas presiones no son expresiones de protesta popular, sino efectos de acciones destinadas a desestabilizar al gobierno de Rodrigo Paz. Se ha advertido que hay personas que participan en más de una protesta, lo que hace suponer la existencia de esquemas de pago. Si se paga por bloquear, habría que determinar de dónde viene el dinero; pero, mientras tanto, lo más lógico es que haya gente dispuesta a hacerlo, aunque eso signifique arruinar su propia Navidad o Año Nuevo. Por eso estas fiestas se han dañado: porque, además de sobrellevar el peso de las medidas aplicadas por el Gobierno, hay que tolerar a los bloqueadores.
El Grinch es un personaje ficticio creado por Theodor Seuss Geisel (Dr. Seuss) que no odia la Navidad en sí, sino la conducta de la gente que hace de esta fiesta un motivo de alboroto. Si el bicho verde existiera, estaría feliz en Bolivia, porque aquí hay quienes generan alborotos y han logrado arruinar la Navidad. Ante ese hecho, cabe preguntarse si en nuestro país no tenemos un Grinch real; es decir, un personaje capaz de hacer cualquier cosa para satisfacer su ego, incluido el sabotaje de la Navidad.
Si analizamos las tendencias de quienes están bloqueando y exigiendo la renuncia del presidente Paz, entenderemos que los bloqueadores no son precisamente del MAS, sino los “evistas”. Así comprenderemos que el Grinch boliviano es el individuo que está en el Chapare, ocultándose detrás de un enorme escudo humano para evitar que se lo lleve ante la justicia y responda a las acusaciones de estupro que pesan sobre él.
Ese Grinch ha logrado arruinar la Navidad no solo por los bloqueos, sino porque ha puesto en funcionamiento una máquina de sabotaje cuyo objetivo es lograr que Rodrigo Paz renuncie a la presidencia. Si eso ocurre, quien ocuparía su lugar sería Edmand Lara, que ya se ha declarado expresamente opositor. Se entiende, entonces, de dónde viene el asunto y por qué el ex capitán ha estado actuando como lo hizo, igual que un enajenado que no mide el alcance de sus actos.
Hay una conspiración en marcha y, por eso, existe el temor de que no solo se arruine la Navidad, sino los próximos días del país.
Juan José Toro Montoya es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.



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