
El 6 de diciembre de 2023, la Festividad de Ch’utillos fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) de la Unesco. La decisión desató una fiesta en Potosí, pero la euforia duró poco: al año siguiente, la Alcaldía y el Comité de Salvaguardia colisionaron por temas económicos y administrativos.
Registrar Ch’utillos en la lista del PCI no fue un mero reconocimiento de su importancia cultural, sino el paso más importante hasta la fecha en la defensa del patrimonio potosino. En las fichas de catalogación se incluyó la repostería y gastronomía local, entre ellas la popular salteña, que ahora está oficialmente registrada a nombre de Potosí.
En esa misma línea, resultó clave para Bolivia que la Festividad de Ch’utillos se inscribiera junto a 29 danzas ejecutadas por las más de 120 fraternidades que participan en sus entradas folklóricas. Estas se sumaron a las 19 danzas inscritas en 2018 con la Festividad del Señor Jesús del Gran Poder.
Contar con danzas registradas en la Unesco representa un punto a favor de Bolivia en la creciente disputa con Perú por su origen. Como cualquier persona pensante habrá advertido, se trata de una confrontación con claros fines económicos. El Carnaval de Oruro, el Gran Poder y Ch’utillos generan un importante movimiento de recursos. Mientras tanto, Puno, en el sureste peruano y en la frontera con Bolivia, ha hecho crecer exponencialmente mayor su Fiesta de la Virgen de la Candelaria incorporando danzas que los bolivianos reclamamos como propias. A la hora de contabilizar turistas e ingresos, el origen sí cuenta.
Sin embargo, mientras Puno recibe respaldo estatal —incluso económico— para hacer crecer su festividad, las celebraciones bolivianas inscritas en la lista del PCI no han recibido nada hasta ahora. El extinto Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización se limitó a la cháchara ideológica y jamás planteó al gobierno peruano el asunto de las danzas. El artículo 13 de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial obliga a los Estados Partes a “fomentar estudios científicos, técnicos y artísticos, así como metodologías de investigación” para la salvaguardia eficaz del PCI, pero ningún gobierno boliviano ha asumido esa obligación. De haberlo hecho, hoy contaríamos con estudios científicos serios que sustenten las versiones bolivianas sobre el origen de esas danzas.
No sé en qué situación se encontrarán el Carnaval de Oruro y el Gran Poder, pero Ch’utillos no ha avanzado en la investigación más allá del dossier presentado para su inscripción en la Unesco.
El 9 de diciembre de 2025, la Festividad de la Virgen de Guadalupe fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. La noticia desató una fiesta en Sucre, y con razón: realmente hay motivos para celebrar. En su documento de postulación se incluyeron 42 danzas, la cifra más alta hasta el momento. Eso es motivo de orgullo nacional, pero… ¿y después qué?
Ojalá Sucre aprenda de los errores cometidos por las festividades ya inscritas y no los repita. Pero, a nivel nacional, el Viceministerio de Culturas debe entender de una vez que ha llegado la hora de actuar para defender las danzas bolivianas. Los registros en la Unesco son un excelente punto de partida.
El siguiente paso lógico sería convocar un congreso o gran encuentro nacional de gestores culturales, folcloristas e investigadores para unificar criterios y trazar una estrategia nacional coherente de defensa de nuestras danzas.
Porque celebrar está muy bien, pero defender lo nuestro es urgente.
Juan José Toro Montoya es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.



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