
La polémica sobre la posible captura de Evo Morales por aberrantes abusos sexuales contra menores durante su ejercicio del poder se ha reinstalado por obra y gracia del propio caudillo cocalero. Ya se ha designado a un nuevo comandante de la Policía que, en sus primeras declaraciones públicas, aseguró que se ejecutarán sin distinciones todas las órdenes de aprehensión —alrededor de cinco mil— libradas por el sistema judicial y notificadas a su institución.
Algo que atormenta a Morales es desaparecer de la agenda pública. En su afán por reposicionarse, le solicitó al presidente Rodrigo Paz una reunión para discutir el pliego petitorio de las seis federaciones cocaleras del Trópico. «Mañudo», le respondió el mandatario y le pidió que viaje a La Paz si realmente desea reunirse. Jorge Quiroga, líder de Libre, saltó al ruedo y exigió que, en lugar de reuniones, Morales sea detenido de inmediato por las acusaciones de estupro y trata de menores.
Empeñado en mantener viva la polémica, el expresidente insistió, recordando que él había recibido a Paz en la residencia presidencial de San Jorge cuando este era alcalde de Tarija, y que incluso le llevó una camisa bordada como obsequio. Dijo estar dispuesto a viajar a la sede de gobierno, pero solo si le otorgan todas las garantías para no ser acosado ni, mucho menos, detenido.
La última vez que pisó La Paz fue en septiembre de 2024, encabezando una marcha para defender su pretendida candidatura presidencial y en contra del gobierno de Luis Arce. El MAS ya estaba fracturado. La marcha llegó al centro paceño tras atravesar el cerco arcista montado en El Alto con miles de funcionarios públicos. Inesperadamente, en su discurso, Morales anunció que había cumplido con la decisión de sus bases y que regresaba de inmediato al Trópico.
Desde entonces —hace un año y tres meses— no ha vuelto a viajar a ninguna región del país. Se ha atrincherado protegido por un escudo humano formado por cientos de pobladores del Trópico que, por turnos, mantienen una vigilia que seguramente ha roto récords en su categoría. No solo son hombres y mujeres armados con lanzas artesanales, palos y piedras; también se habla de una guardia pretoriana con hombres entrenados y armamento moderno.
La administración de Arce lo encapsuló, pero nunca quiso detenerlo. Los exministros de Gobierno Eduardo Del Castillo y Raúl Ríos ordenaron cientos de operativos antidrogas alrededor de la trinchera del caudillo; hasta detuvieron por unas horas al exzar antidrogas Felipe Cáceres. El asedio, sin embargo, quedó en eso: en los operativos nunca hubo detenidos de relevancia.
Un día antes de que el gobierno de Rodrigo Paz cumpliera tres semanas sin Alto Mando Policial, se designó al general Mirko Sokol como comandante general. Este lanzó un mensaje que debe traducirse en un plan de operaciones minucioso destinado a capturar a Morales y entregarlo a la justicia que ha solicitado su aprehensión.
El nuevo jefe policial se presentó ante el país como un hombre creyente, entregado a su familia e impoluto en lo que va de su carrera. Se mostró como alguien justo y, según camaradas, periodistas y analistas en temas de seguridad, posee un perfil sin manchas de corrupción ni abusos internos. Hay motivos para creer que se eligió a quien está dispuesto a sentar las bases de una transformación ética en la institución.
Sus primeras medidas van en esa dirección: prohibió a los policías de todos los rangos seguir solicitando coimas por cualquier servicio, bajo amenaza de perder su carrera e incluso su libertad; ordenó el cierre de las comisarías de Tránsito que funcionaban irregularmente en las conocidas EPI, sobre todo en Santa Cruz, y dispuso que funcionarios de Transparencia acompañen los operativos de Diprove para evitar extorsiones en las calles. Habrá que esperar los resultados.
Pero, indudablemente, la gran misión de Sokol es la captura de Morales, quien no deja de hacer política. Esta vez piensa en las elecciones subnacionales y organiza a “Evo Pueblo” para irrumpir nuevamente en el escenario nacional, pasar la página de la debacle masista y equilibrar el poder frente al avance de las fuerzas conservadoras en las elecciones generales de este año.
En el Trópico cochabambino, su objetivo —revelado en su programa dominical de Radio Kawsachun Coca— es conseguir el 100 % de las alcaldías y el 100 % de las concejalías en disputa. Aseguró que ya tiene sigla partidaria y que no cometerá el error de comentarla públicamente para que no la inhabiliten, como ocurrió en los comicios generales. Su pretensión es añadir una coraza político-institucional al escudo humano que lo protege.
Las órdenes de aprehensión contra Morales están vigentes, la voluntad de cumplirlas ha sido manifestada por el nuevo comandante policial y el plan de captura debería estar en elaboración. Se vienen medidas de ajuste —como la eventual subvención diferenciada de combustibles— y la posibilidad de conflictos sociales impulsados por el evismo. Lo aconsejable es que la Policía y la justicia cumplan su misión cuanto antes. ¿Lo harán?
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.



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