
El subsecretario de Estado de Estados Unidos, Christopher Landau, afirmó este lunes que la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) solo volverá a operar en Bolivia si el presidente Rodrigo Paz lo solicita de manera formal.
La declaración fue realizada durante una conferencia de prensa virtual desde Washington, luego de la visita de Landau a Bolivia para asistir a la investidura presidencial.
Cooperación en seguridad y lucha antidrogas
Landau precisó que el eventual retorno de la agencia antidrogas no fue tema de conversación durante su encuentro con el mandatario boliviano el fin de semana. Sin embargo, reiteró la disposición de Estados Unidos a colaborar en todas las áreas que el nuevo gobierno considere prioritarias, incluida la seguridad.
“Hablamos sobre cuestiones de seguridad ciudadana y de la amenaza del crimen organizado en general, que se ha vinculado estrechamente con el narcotráfico”, explicó.
El funcionario destacó que “Bolivia es una nación soberana” y que Washington está dispuesto a respaldar cualquier estrategia de seguridad que el presidente Paz impulse. “Si la DEA forma parte de ese esfuerzo, sería algo positivo”, añadió, al subrayar que la iniciativa debe partir de La Paz.
Apoyo económico y promoción del turismo
Más allá del ámbito de seguridad, Landau abordó la delicada situación económica que atraviesa Bolivia. En referencia al desabastecimiento de combustibles, señaló que el gobierno “apenas está descubriendo la profundidad del hoyo” y mencionó la posibilidad de recurrir a mecanismos de financiamiento del Exim Bank estadounidense.
El subsecretario también manifestó su interés en normalizar la emisión de visas para ciudadanos estadounidenses, una medida que —según dijo— constituye una prioridad bilateral. El restablecimiento de los permisos, afirmó, podría impulsar el turismo estadounidense hacia Bolivia, país al que calificó como poseedor de “increíbles oportunidades turísticas”.
Un “renacimiento” en las relaciones bilaterales
Landau describió el momento actual como un “renacimiento en las relaciones entre Estados Unidos y Bolivia”, tras dos décadas de vínculos “mínimos”.
Su visita marca un paso importante en el proceso de reconstrucción de la relación bilateral, con una agenda centrada en la cooperación económica, la seguridad y la recuperación del turismo, en apoyo a la nueva administración boliviana.


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