

Este domingo 19 de octubre, cerca de ocho millones de bolivianos acuden a las urnas en una histórica segunda vuelta electoral para decidir quién gobernará el país durante los próximos cinco años (2025-2030).
El balotaje, disputado entre dos figuras opositoras, marca el ocaso del Movimiento Al Socialismo (MAS), fuerza que dominó la política nacional durante casi dos décadas desde la llegada de Evo Morales al poder en 2005.
En medio de la peor crisis económica y energética en 40 años, los votantes deberán elegir entre un giro liberal hacia la derecha o una propuesta de centroderecha con promesas de estabilidad, en un escenario que podría redefinir el rumbo económico del país.
Quiroga y Paz, los protagonistas del cambio
La contienda enfrenta a Jorge “Tuto” Quiroga, de la alianza Libre, y a Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Ambos, veteranos políticos conservadores, emergieron como sorpresa en la primera vuelta al capitalizar el descontento con el oficialismo.
El proceso electoral también simboliza el cierre de un ciclo: la prolongada hegemonía del MAS se fracturó tras la pugna interna entre el presidente Luis Arce y el expresidente Evo Morales, quien enfrenta varios procesos judiciales. Esa división debilitó al partido gobernante y abrió paso a la oposición.
Una economía al borde del colapso
El telón de fondo de la campaña ha sido una crisis económica sin precedentes. Bolivia se encuentra al límite de sus reservas de divisas, mientras el mercado paralelo del dólar presiona al alza la inflación, que alcanza hasta un 30% en el sector alimentario.
El encarecimiento de la canasta básica ha desplomado el consumo y la escasez de combustible provoca largas filas en gasolineras, paralizando el transporte y la producción.
La situación es tan crítica que las autoridades electorales, en coordinación con las principales petroleras, han debido garantizar la distribución del material de votación en todo el territorio para evitar un colapso logístico en un país de geografía compleja.
Analistas coinciden en que esta crisis representa el mayor fracaso del modelo económico masista, y que su impacto impulsó a Quiroga y Paz al balotaje. Para los votantes, la elección de este domingo trasciende un simple cambio de liderazgo: podría significar una reconfiguración profunda del modelo económico o, por el contrario, un agravamiento de las desigualdades si no se gestionan reformas urgentes.
Dos visiones para una Bolivia en transición
Jorge “Tuto” Quiroga, expresidente entre 2001 y 2002, encarna la línea más ortodoxa del liberalismo boliviano. Ha prometido “erradicar el narcoestado”, diversificar la economía más allá de los hidrocarburos y potenciar exportaciones clave como el litio y la quinua.
No descarta recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para estabilizar las finanzas públicas, una medida polémica que podría implicar ajustes fiscales severos, pero de impacto rápido.
Por su parte, Rodrigo Paz, senador y heredero político del expresidente Jaime Paz Zamora, irrumpió como la revelación de la primera vuelta con su propuesta de “capitalismo para todos”. Plantea reducir el gasto público ineficiente, formalizar el empleo —que afecta a más del 80% de la fuerza laboral— y atraer inversión privada, sin permitir la reelección presidencial.
Su compañero de fórmula, el expolicía Edman Lara, refuerza su mensaje de lucha contra la corrupción, una bandera clave en un electorado hastiado de escándalos.
Ambos candidatos comparten un perfil de centroderecha, aunque con enfoques distintos: Quiroga apuesta por un “shock” liberal con respaldo internacional, mientras Paz propone una transición gradual con énfasis en la inclusión social.
Un país al borde del cambio
Cualquiera sea el resultado, Bolivia amanecerá el lunes en una nueva etapa: un país post-MAS, con el desafío de reconstruir una economía debilitada y restaurar la confianza en sus instituciones.
Los recintos electorales abrirán a las 08:00 y cerrarán a las 16:00, y se espera que el Tribunal Supremo Electoral difunda los primeros resultados preliminares hacia las 20:00.
En una nación polarizada, el voto de este domingo no solo definirá un presidente, sino el rumbo político y económico de una Bolivia en busca de estabilidad.
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