The New York Times.- La violencia en las cárceles y las ciudades ha sumido a Ecuador en el miedo. Se ha ordenado al Ejército enfrentarse a las poderosas bandas que, se cree, están detrás de los ataques.
Una sensación de temor se apoderó de Ecuador el miércoles. Las calles estaban vacías, las clases se cancelaron y muchas personas tenían miedo de salir de sus hogares después de que la desaparición de dos líderes de bandas criminales el lunes desencadenó disturbios en las cárceles, secuestros de oficiales de la policía y la incursión en un canal de televisión que transmitía en vivo.
La violencia, que llevó al presidente a autorizar al Ejército ecuatoriano a enfrentarse a los poderosos grupos del crimen organizado, ha dejado al país sudamericano al borde del abismo.
“Siento que el mundo que conocí se terminó”, dijo María Ortega, una maestra en Guayaquil, una importante ciudad costera. “Uno sabe cómo comienzan estas cosas, pero no como terminan”.
En Guayaquil, donde TC Televisión fue ocupada brevemente el martes y las autoridades dijeron que al menos ocho personas murieron en medio de una oleada de violencia, el transporte público se había reanudado y algunas personas se habían animado a salir. El canal de TV no estaba transmitiendo su programación habitual, en la pantalla solo se veían las barras de color en donde normalmente aparecerían las noticias.
La vida estaba lejos de ser normal.
En Quito, la capital, oficiales militares patrullaban cerca del palacio presidencial. Las estaciones de metro, generalmente llenas de usuarios, estaban en buena medida desiertas. El presidente Daniel Noboa declaró un estado de excepción el lunes, con lo que impuso un toque de queda nocturno y permitió al ejército hacerse cargo de las cárceles y vigilar las calles.
La policía informó que 70 personas fueron aprehendidas y acusadas de cometer atentados y actos terroristas.
El Ejército dejó en claro que las bandas que han desatado disturbios en los últimos días enfrentarían medidas severas.
“A partir de este momento, todo grupo terrorista identificado en el decreto”, señaló Jaime Vela Erazo, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, “se ha convertido en un objetivo militar”. “El presente y el futuro de nuestra patria está en juego y ningún acto de terror nos hará claudicar”, agregó. “No vamos a retroceder ni a negociar. El bien, la justicia y el orden, no pueden pedirle permiso ni agacharles la cabeza a terroristas”.
En los últimos años, Ecuador ha estado sumida por la violencia relacionada con las drogas; han surgido alrededor de dos decenas de bandas que se enfrentan por el control de las lucrativas rutas de tráfico de drogas y el control de las ciudades.
Los ecuatorianos viven en un estado de temor constante, y los asesinatos, robos y la extorsión han aumentado. A medida que las bandas proliferaron, las cárceles en malas condiciones del país se convirtieron en cuarteles generales y centros de reclutamiento.
Adolfo Macías, líder de Los Choneros, desapareció el domingo de una cárcel de Guayaquil que su banda controla en buena medida. Fabricio Colón Pico, líder de otro grupo criminal, Los Lobos, desapareció el martes temprano de una cárcel en Riobamba, una ciudad al centro del país.
La violencia comenzó a intensificarse después de que Macías, mejor conocido como “Fito”, desapareció.
Cuando los soldados ingresaron al complejo penitenciario, comenzaron disturbios en muchas de las 36 cárceles del país, hasta un cuarto de las cuales se cree que están controladas por bandas. Videos publicados en las redes sociales mostraban a guardias retenidos a punta de cuchillo por los reos. En un video, un recluso se dirigió a Noboa, diciéndole que los guardias serían asesinados si enviaba al Ejército a las cárceles.
La violencia pronto se extendió a las calles. Se informó de explosiones en todo el país, oficiales de policía fueron secuestrados, varios hospitales fueron tomados y la policía y actores armados se enfrentaron con disparos, incluso cerca de una escuela en Guayaquil.
El pico de violencia ocurrió el martes por la tarde, cuando unos hombres encapuchados consiguieron brevemente el control de TC Televisión en Guayaquil durante una transmisión en vivo, tomaron como rehenes a los presentadores y al personal y exigieron enviar un mensaje dirigido al gobierno para que no interfiriera “con las mafias”.
Poco después, Noboa, el presidente, declaró un “conflicto armado interno” y ordenó al ejército “neutralizar” a las dos decenas de grupos del crimen organizado del país, a las que el gobierno calificó de “organizaciones terroristas”.
Líderes de las bandas, como Macías, han supervisado sus territorios criminales desde las cárceles, valiéndose de dispositivos electrónicos ingresados de contrabando. Junto con los planes para transferir a Macías de su celda, donde cumplía una condena de 34 años, a un centro de máxima seguridad, el gobierno de Noboa recientemente tomó medidas para aumentar la seguridad en las cárceles y cortar el acceso de los líderes al mundo exterior.
Los expertos afirmaron que Macías podría haberse enterado del plan del gobierno de trasladarlo a él y a otros convictos de alto perfil a una instalación de máxima seguridad a través de una filtración, y eso podría haber provocado su escape y los levantamientos en las cárceles.
Ortega, la maestra de Guayaquil, dijo que entendía que las medidas tomadas esta semana por el gobierno de Noboa eran necesarias después de las fugas de prisión y los ataques violentos. “Supongo que es algo que el gobierno tiene que hacer”, dijo. “Espero que tenga la claridad de ver que no es lo único que hay que hacer”.