

Una jueza federal detuvo este viernes el intento del gobierno de Donald Trump de impedir la inscripción de estudiantes extranjeros en Harvard, tras una demanda de la universidad que calificó la medida como una represalia inconstitucional por desafiar las políticas de la Casa Blanca.
La jueza Allison Burroughs, del distrito federal de Boston, emitió una orden de restricción temporal después de que Harvard argumentara que la acción violaba la Primera Enmienda y afectaría a más de 7,000 estudiantes con visas.
Impacto inmediato en la comunidad académica
La decisión del gobierno, anunciada el jueves por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), habría obligado a estudiantes extranjeros a transferirse o arriesgar su estatus migratorio. Según Harvard, la medida habría eliminado al 25% de su población estudiantil, incluyendo a alumnos de posgrado en la Facultad Kennedy (50% internacionales) y la Escuela de Negocios (33%).
La universidad advirtió que, de mantenerse la prohibición, no podría admitir nuevos estudiantes internacionales durante al menos dos años académicos, perjudicando su competitividad global.
Acusaciones y defensa de Harvard
El DHS justificó su acción acusando a Harvard de permitir un «entorno inseguro» para estudiantes judíos y de colaborar con el Partido Comunista Chino, alegando que entrenó a miembros de un grupo paramilitar en 2024. Sin embargo, la universidad negó dichas afirmaciones y destacó sus esfuerzos contra el antisemitismo.
La disputa surgió tras una solicitud de la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, quien exigió datos sobre estudiantes vinculados a protestas. Harvard aseguró haber entregado «miles de puntos de datos», pero el gobierno consideró insuficiente la respuesta.
Violación a regulaciones federales
En su demanda, Harvard señaló que el gobierno incumplió sus propias normas al retirar la certificación sin causas administrativas válidas, como falta de acreditación o instalaciones. La universidad insistió en que la medida carece de fundamento legal y dañaría irreparablemente su diversidad académica.
Con más de 6,800 estudiantes internacionales de 100 países, Harvard reiteró que su identidad depende de su comunidad global. El caso podría sentar un precedente sobre la injerencia política en la educación superior.
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