

El 20 de julio de 2017 publiqué en esta columna un artículo titulado “Laris” —que no tiene ninguna relación con un candidato a vicepresidente—, en el que criticaba a las autoridades ediles de La Paz por haber incluido a la salteña en una lista de más de 20 alimentos considerados parte del patrimonio gastronómico de ese municipio.
Fue el inicio de una larga pugna que se tradujo en dos libros, decenas de artículos y un viaje a Puno para explicar a los habitantes de esa ciudad peruana que la famosa empanada no tuvo su origen allí, donde la datan en la década de los setenta del siglo XX.
El artículo mencionado me costó varios ataques de personas que consideraban que el origen de la salteña era un tema de tercer orden, indigno de ocupar espacios de opinión como este. Lo calificaron de “nimiedad”, y ese fue el título de otro artículo publicado el 27 de julio de ese mismo año, en el que defendía el carácter patrimonial de la salteña.
Lo que sostuve entonces fue que “para declarar un alimento como patrimonio, se toma en cuenta su carácter representativo y si es tradicional, contemporáneo y viviente al mismo tiempo. También se considera su historia, los procesos de producción, la práctica y el arte de prepararlo”.
Han pasado ocho años y la batalla parecía perdida por una razón: la empanada de caldo, que surgió como tal en Potosí en el siglo XVI, fue denominada “salteña” en el XIX debido a que era preparada por mujeres del norte argentino que se instalaron en ciudades del sur boliviano, huyendo de la dictadura de Juan Manuel de Rosas. Como la gente compraba estas empanadas “de las salteñas”, el gentilicio se convirtió en sustantivo y, hasta hace poco, miles de personas creían que, por su nombre tardío, esta empanada se originó en Salta, Argentina.
Sin embargo, lo que no lograron las autoridades bolivianas, tan timoratas cuando se trata de enfrentar a Perú, lo consiguió un streamer, es decir, un transmisor de contenidos en tiempo real. Ibai Llanos Garatea, español de Bilbao, lanzó una competencia de reacciones en tres de sus redes sociales bajo el nombre de “Mundial de desayunos”. Gracias a su popularidad, que le ha hecho ganar millones, logró posicionar a la salteña entre los alimentos matutinos más conocidos del mundo.
Es cierto que Bolivia solo llegó a los cuartos de final en este concurso, pero la publicidad obtenida fue tremenda e invaluable, porque ahora hay millones de personas en el mundo que quieren probar una salteña.
Aunque breve y de carácter privado, el “Mundial de desayunos” fue un fenómeno viral. Lo ganó nada menos que Perú, pero, antes de adjudicarse la cacerola dorada (no os riais, por favor), tuvo que competir con la salteña, que Ibai presentó desde el principio como “de Bolivia”.
Así, Bolivia no logró ganar la cacerola (no os riais, por favor), pero obtuvo una valiosísima publicidad gratuita y se difundió globalmente que la salteña es boliviana. Esto representa un gran triunfo y, por ello, el streamer español tiene bien ganados los millones de dólares que sumó a su fortuna con su “Mundial de desayunos”.
Juan José Toro Montoya es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
Sé el primero en dejar un comentario