

Un cambio de paradigma en la agricultura boliviana empieza a tomar fuerza: pasar del control al manejo preventivo de malezas, reduciendo el uso de agroquímicos y priorizando la salud del suelo. La propuesta fue presentada en el VI Congreso Internacional de la Soya, que concluye este martes en Santa Cruz, donde especialistas destacaron sus beneficios a largo plazo para la productividad y la sustentabilidad.
De controlar a manejar: el giro necesario
El experto argentino Marcelo Metzler explicó que el modelo tradicional de “control” se centra en aplicar herbicidas cuando la maleza ya es visible, lo que suele obligar a incrementar las dosis. En contraste, el manejo preventivo propone anticiparse al problema mediante el uso de herbicidas preemergentes, aplicados antes de que las malezas germinen.
“El productor debe cambiar el chip”, afirmó Metzler. “Está acostumbrado a reaccionar cuando ve el problema. Con los preemergentes, la acción ocurre antes de que las malezas nazcan”.
Beneficios comprobados
Este método no solo reduce el uso de agroquímicos, sino que también protege la fertilidad del suelo. Los herbicidas residuales pueden mantener su efectividad durante varios ciclos de crecimiento de malezas, a diferencia de los postemergentes, que actúan solo una vez.
A esto se suman los cultivos de servicio, plantas que cumplen un rol doble: suprimir malezas y mejorar la calidad del suelo al aportar materia orgánica y favorecer la biodiversidad. Según Metzler, su impacto ambiental “es muy bajo, casi nulo, y no representan riesgos significativos para la salud humana”.
El reto boliviano: cultura y paciencia
En Bolivia, la implementación de estas prácticas es técnicamente posible, pero enfrenta barreras culturales y económicas. “Al inicio puede parecer que los costos aumentan”, reconoció Metzler. “Si se aplica un residual y no llueve, el producto no se activa y el agricultor pierde confianza. Es un proceso de aprendizaje que requiere paciencia”.
La lección argentina
La experiencia de Argentina ofrece un ejemplo claro. La resistencia de malezas al glifosato obligó a los agricultores a incorporar herbicidas residuales. Aunque al principio se percibieron como un gasto extra, con el tiempo redujeron significativamente la cantidad de semillas de malezas en el suelo, lo que hizo más efectivas las aplicaciones y disminuyó la dependencia de químicos.
Una inversión de largo plazo
La propuesta, enfatizó Metzler, no busca un beneficio inmediato, sino consolidar la productividad en el futuro. “El desafío es que el productor boliviano entienda que no es un gasto, sino una inversión para asegurar la sostenibilidad de sus tierras”, concluyó.
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