

Pasé días pensando qué escribir para el artículo que coincidiera con el bicentenario de Bolivia, pero, después de lo que vi en Sucre, toda mi planificación se fue por la alcantarilla.
Como ya manifesté en esta columna, las obras más trascendentales de este bicentenario son los libros presentados —tres de ellos con el respaldo del Banco de Crédito— y la estatua de Juana Asurdui de Padilla, emplazada en la plaza 25 de Mayo con costos cubiertos por el Banco Unión.
Más allá de cuestiones estéticas, que también generaron debate, el monumento es una obra que cualquiera quisiera tener en la plaza principal de su ciudad. Su entrega fue motivo de celebración hasta que se descubrió la estatua y el nombre en el pedestal. El Banco Unión tuvo el acierto de escribir el nombre con la grafía original: Asurdui, con “s” e “i”, tal como se escribe en euskera, dado que este apellido es de origen vasco.
El nombre paralizó el regocijo. Azuzados por un periodista, dueño de una radio con altos índices de audiencia, muchos sucrenses criticaron esa grafía. Primero aseguraron que era un error, pero, cuando se les explicó que así figura el apellido en la partida bautismal de la verdadera Juana, la heroína, atacaron la aclaración histórica.
Intentaré explicar este embrollo: en la década de 1940, se encontró la partida bautismal de una mujer llamada Juana Asurduy Bermúdez, nacida el 12 de julio de 1780. Quienes la descubrieron creyeron que era la heroína y así lo proclamaron. Sin embargo, surgieron dudas al hallar su partida de matrimonio con Ascencio Padilla, pues los nombres de los padres no coincidían. Más tarde, se encontró otra partida bautismal, de una mujer cuyos padres sí correspondían con los de los demás documentos, dejando claro que esta era la verdadera guerrillera y la otra, una homónima. Pese a esto, los sucrenses ignoraron el hallazgo y continuaron celebrando el 12 de julio como la fecha de nacimiento de Juana Asurduy Bermúdez, a quien, además, le cambiaron el apellido a Azurduy, con “z”.
En Sucre se ha explicado de mil maneras que hubo un error y que debe rectificarse, que la verdadera heroína es la que aparece en la partida bautismal de marzo de 1780, con el nombre de Juana Asurdui Llanos. Sin embargo, hay quienes se resisten. Consultadas por el mencionado periodista, hasta las autoridades de la Universidad San Francisco Xavier declararon que esa casa de estudios “reconoce” a la Juana del 12 de julio, la Azurduy con “z”, y seguirá celebrando esa fecha.
La cereza del pastel fue la declaración de un concejal que propuso aprobar una norma para declarar que la heroína es la del 12 de julio y mantener el apellido como estaba.
Veamos…
Es el bicentenario, y deberíamos estar discutiendo temas de fondo, como la crisis económica o el futuro del país. Sin embargo, en Sucre, centro de la celebración, hay quienes insisten en no cambiar nada, argumentando que, con error y todo, la versión equivocada de Juana no debe tocarse. Esto refleja el conservadurismo más retrógrado, una de las razones por las que este país está como está.
Hay personas que se niegan a cambiar, aunque se les explique con claridad que hay errores que deben corregirse. Prefieren vivir en el error antes que enmendarlo. La pregunta que me hago, en consecuencia, es cuántas cosas más evitarán que se cambien. Ojalá que la pobreza no sea una de ellas.
Juan José Toro Montoya es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
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