El fracaso del bicentenario

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columna de opinión

Falta menos de un mes para conmemorar el bicentenario de la independencia y, con excepción de Sucre, el país no está viviendo ninguna fiesta.

El impacto de la crisis económica no da para sonrisas y, para colmo, la proximidad de las elecciones acapara gran parte de la atención ciudadana. Es lógico: entre reflexionar sobre lo sucedido hace 200 años y pensar en lo que pasará en el país el 17 de agosto, la gente tiene bien claras sus prioridades. Y es que, además de lógico, es obvio: importa el bolsillo, no la historia.

Pero las centurias son irrepetibles, puesto que solo ocurren cada 100 años. Un bicentenario es una efeméride excepcional y no debería pasar desapercibida.

A principios del siglo XX, los estudiosos comenzaron a hablar de los centenarios, tanto de las revoluciones como de la independencia. Terminadas las celebraciones de los denominados “gritos libertarios”, en 1909 y 1910, comenzó la planificación del centenario de la república. El país no tenía mucho dinero, ya que los principales ingresos del Tesoro provenían de la minería, pero, aun así, se proyectaron obras tan importantes como sistemas de alcantarillado para siete ciudades capitales, la construcción del ferrocarril Potosí-Sucre y la conformación de la primera empresa de aeronavegación, que llevaría el nombre de Lloyd Aéreo Boliviano. No todo se terminó a tiempo, pero llegó a ejecutarse.

¿Qué tendremos este año? Para celebrar el bicentenario se ha creado una delegación presidencial con sueldos que son cubiertos con el 15 por ciento de los recursos del “Fondo de Fomento a la Educación Cívico-Patriótica”, que administra el Ministerio de Culturas. Hasta ahí llega el aporte del gobierno nacional.

El Decreto Supremo 5186 ha dispuesto “crear el Instituto Gastroenterológico del Bicentenario – Hospital de Cuarto Nivel”, pero hasta la noche del martes no conseguí información sobre esa obra, pese a que logré comunicarme con el delegado, Martín Maturano. Otro Decreto, el 5161, autoriza un préstamo de 75 millones de dólares para construir las plazas y museos del bicentenario, pero este es uno de los proyectos que están bloqueados en la Asamblea Legislativa Plurinacional por razones políticas.

Por tanto, y para ponerlo en los términos más claros posibles, este es un bicentenario que no tiene recursos. Su agenda está armada con proyectos que ejecutan los gobiernos subnacionales, ya sea cubriendo todo el costo o con contrapartes, o por algunos ministerios, canalizando financiamiento externo. Por eso, a título de bicentenario, encontramos actividades tan risueñas como campeonatos deportivos, festivales o “perrotones”, que solo trascenderán en el momento.

Chuquisaca le está sacando el mayor provecho a esta efeméride, pero con todo derecho, porque, por una parte, fue ahí donde se declaró la independencia y, por otra, las obras que se están ejecutando allá se financian con sus propios recursos. En el resto del país, el bicentenario solo es un lema, una frase que en pocos años pasará al olvido.

A menos de un mes del bicentenario, es tiempo de admitir que la celebración es un fracaso. Pero los del comité pueden estar tranquilos, porque podrán culpar a la Asamblea de este nuevo oprobio.

Juan José Toro Montoya es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.

Sobre el autor

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