

Hace años, un programa de televisión en blanco y negro llamado Ripley’s Believe It or Not —traducido como ¡Aunque Ud. no lo crea!— causó furor a nivel mundial. En él se presentaban hechos curiosos y sorprendentes recolectados por el caricaturista y antropólogo Robert Ripley: cosas extrañas, increíbles y difíciles de creer.
Uno de los casos más famosos fue el de la carta más corta de la historia. El escritor Victor Hugo envió a sus editores un solo signo: “?”. Como respuesta recibió otro: “!”. También se mostraban fenómenos inusuales, como lluvias de peces, autos de madera, el salar de Uyuni en Bolivia o las Cataratas del Niágara congeladas.
Hoy, expresiones como ¡Aunque Ud. no lo crea! o ¡De Ripley! siguen usándose para referirse a hechos asombrosos o inverosímiles.
Pues bien, aunque usted no lo crea, Bolivia no aprovecha plenamente la biotecnología agrícola, a pesar de que en el mundo lleva casi 30 años generando beneficios concretos. Las semillas genéticamente mejoradas permiten:
– Usar menos herbicidas, insecticidas y fungicidas.
– Reducir el uso de diésel en la aspersión de agroquímicos.
– Disminuir la contaminación del suelo y el aire.
– Aumentar la productividad por hectárea.
– Mejorar la tolerancia a sequías y plagas.
– Bajar los costos de producción y aumentar los ingresos del agricultor.
Sin embargo, en Bolivia no se ha adoptado esta tecnología de forma amplia. ¿La razón? Una combinación de desinformación, mitos, intereses personales y presión de grupos “ambientalistas” que en 2008 frenaron el avance del país en biocombustibles como el biodiésel y el bioetanol.
Esto ha provocado una fuerte dependencia de combustibles fósiles importados y ha dejado al agro boliviano expuesto a insectos, malezas, hongos y condiciones climáticas extremas. Se pierde así una gran oportunidad de crecimiento económico, empleo y soberanía alimentaria.
Mientras tanto, el mundo avanza. Desde 1996, los cultivos transgénicos han crecido exponencialmente. Según el informe 2024 de GM Monitor, 28 países sembraron 209,8 millones de hectáreas con semillas modificadas, un aumento de más del 12.000 % desde su inicio. ¡De Ripley!
El respaldo científico es sólido: 180 premios Nobel —entre médicos, químicos y físicos— han afirmado que los cultivos genéticamente mejorados son seguros para la salud humana, más amigables con el medioambiente y especialmente beneficiosos para pequeños productores.
A pesar de todo esto, Bolivia continúa limitando el uso de biotecnología. Los agricultores siguen enfrentando pérdidas por plagas, enfermedades y sequías como la de 2024, que redujo en más de un millón de toneladas la producción de soya.
¡Aunque Ud. no lo crea!
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
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