

Vivimos en un mundo donde la conectividad no es un lujo, sino una necesidad que define el acceso al conocimiento, al trabajo y a la dignidad. Sin embargo, Bolivia enfrenta una paradoja dolorosa: tenemos uno de los servicios de internet más lentos y caros de América Latina. Como suele ocurrir en nuestra historia, los más pobres son quienes cargan con el mayor peso de esta desigualdad.
¿Por qué ocurre esto? La respuesta está, en parte, escrita en nuestro mapa. Bolivia es un país sin salida al mar, rodeado por cinco naciones y con una geografía que desafía cualquier intento de conectividad: desde la altura extrema del altiplano hasta las selvas amazónicas y el Chaco seco. Pero no es solo la topografía lo que nos aísla. La infraestructura que debería unirnos es limitada, desactualizada y costosa.
A diferencia de países como Chile, Perú o Brasil, que tienen acceso directo a los cables submarinos de fibra óptica que conectan al mundo, Bolivia depende de la infraestructura de países vecinos para conectarse a esos cables que transportan el tráfico global de internet. Esta dependencia, sumada al costo de construir redes en territorios remotos o accidentados, eleva considerablemente el precio de cada megabit que consumimos. Cada megabit que llega a nuestras ciudades ha recorrido cientos de kilómetros desde Lima, Santiago o São Paulo, encareciéndose en el camino.
Según TechJury, el costo promedio de internet en Bolivia ronda los 57 dólares mensuales. ¿Mucho? Muchísimo, si lo comparamos con un estudio de cable.co.uk, que indica que en Argentina el precio es de 5.17 dólares mensuales, en Chile 21.86, en Colombia 20.47, en Brasil 21.18 y en Perú 24.86.
A esto se suma otro dato preocupante: la velocidad promedio de conexión en Bolivia apenas alcanza los 10 Mbps en móvil y 32 Mbps en banda ancha fija, muy lejos de los más de 200 Mbps que disfrutan los hogares promedio en Chile.
Este rezago digital no es inocuo. Tiene consecuencias directas en nuestra educación, productividad y desarrollo económico. Las escuelas públicas en Bolivia, especialmente en áreas rurales, carecen de acceso digno a internet. Mientras los colegios privados reportan un 85% de acceso a computadoras, en las unidades educativas fiscales esta cifra no llega ni al 15%. ¿Cómo hablar de igualdad de oportunidades en un país donde nacer en un lugar con señal o sin ella define tu futuro?
El problema no es nuevo, pero se ha profundizado. Y lo más grave es que afecta con mayor dureza a quienes menos tienen. Los hogares pobres, campesinos, indígenas o ubicados en áreas alejadas están atrapados en una nueva forma de exclusión: la pobreza digital. Lamentablemente, esto confirma lo que alguna vez dijimos: “Ser pobre es muy caro”.
Un estudio del BID indica que cerrar la brecha digital en América Latina podría aumentar el PIB hasta en un 3 % y generar miles de empleos. Sin embargo, mientras no invirtamos estratégicamente en ampliar la cobertura de fibra óptica, mejorar los puntos de intercambio de tráfico (IXP) y facilitar el acceso a tarifas asequibles, ese potencial seguirá siendo una promesa vacía.
La transformación digital de Bolivia no será posible sin un compromiso firme del Estado. Necesitamos políticas públicas audaces, incentivos a la inversión y, sobre todo, una visión que entienda que la conectividad no es solo ver Netflix o usar TikTok: es educación, salud, empleo y ciudadanía plena.
Mientras tanto, seguimos bloqueando soluciones. El servicio satelital Starlink, que podría llevar internet de alta velocidad a las zonas más remotas del país, aún no tiene autorización para operar. ¿Por qué? ¿A quién beneficia mantenernos desconectados?
Hoy, en pleno siglo XXI, que un niño en el trópico cochabambino o en un pueblo potosino no pueda acceder a una clase virtual por falta de señal no es solo un problema técnico: es un acto de injusticia social que genera un nuevo tipo de analfabetismo, el analfabetismo digital.
Si no enfrentamos esta verdad incómoda con decisión e inversión, seguiremos teniendo uno de los servicios de internet más caros y lentos de la región… y, lo que es peor, uno de los futuros más caros y lentos también.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
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