

Si los malos políticos y quienes siempre encuentran un problema para cada solución, con su actitud desaprensiva, buscaban que el dólar subiera y la inflación aumentara en el país, han logrado su cometido a costa del sufrimiento de los más pobres y desposeídos.
La frase «la letra entra con sangre» se acuñó hace siglos para referirse a los dolorosos castigos que los profesores aplicaban a sus estudiantes para que aprendieran. Este dicho se ha convertido en un adagio aplicable a situaciones indeseadas que, aunque podrían evitarse, suelen lamentarse por ignorancia o negligencia. “La letra entra con sangre” implica atravesar un trance difícil para comprender que lo que debía hacerse bien no se hizo, lo que resulta penoso, ya que la “lección aprendida” a menudo afecta a personas inocentes y no siempre a los culpables.
¿Qué preocupa hoy al ciudadano? El alza de precios, el aumento de costos, el abastecimiento irregular de combustibles, su venta más cara en el “mercado negro” y las restricciones a las exportaciones. ¿Se da cuenta de que todo esto está relacionado con el dólar?
La inflación, entendida como el aumento generalizado de los precios de bienes y servicios, puede tener varias causas: una demanda que supera sostenidamente a la oferta o el incremento general de los costos de producción. El exceso de demanda ocurre cuando aumenta la cantidad o la velocidad de circulación del dinero, lo que, al no ser absorbido por la oferta, presiona los precios al alza. Por otro lado, la inflación de costos puede derivarse del aumento en el precio de insumos, salarios, entre otros, lo que se traslada a los bienes y servicios, incrementando su precio.
Si a esto se suma un cambio en las expectativas de la población respecto al futuro de la economía, se generan acciones “racionales” como el acaparamiento, pero también especulación, cuando las personas compran más allá de sus necesidades, anticipando que los precios subirán. Todo esto encarece los bienes y servicios en el mercado.
Pongamos el dedo en la llaga: así como el precio del tomate sube cuando escasea, lo mismo ocurre con el dólar en el país. Recientemente, se ha registrado una escalada en su cotización, un verdadero balde de agua fría para la población. La inflación, que en abril rondaba el 6 % y en 2024 alcanzó casi el 10 %, ha deteriorado el poder adquisitivo de los salarios, en gran parte debido al alza del “dólar paralelo”, que más que duplicó su valor y se ha convertido en un referente para la formación de precios en un país altamente dependiente de las importaciones, poniendo en riesgo la “bolivianización”.
La inflación en Bolivia responde principalmente a factores internos, entre los cuales la escasez de divisas cobra cada vez mayor relevancia al hablar de precios. La virtual devaluación de la moneda nacional ha generado fenómenos como el atesoramiento del dólar, con el fin de proteger el poder adquisitivo, y la indexación de precios a esta moneda.
El dólar ha alcanzado un nivel preocupante por razones objetivas, como el déficit fiscal, la caída de las Reservas Internacionales Netas, la reducción de las exportaciones estatales y el aumento de las importaciones de combustibles, que se pagan en dólares. A esto se suman factores subjetivos, como el cambio en las expectativas de la población, que genera una sobredemanda alimentada por la incertidumbre.
La gran pregunta es: ¿qué hacer para solucionar esta situación que afecta a la población en general y a los empresarios en particular? La economía no es solo “numerología”; también es “psicología”, y las señales, buenas o malas, influyen en su desempeño.
Dos sectores necesitan dólares con urgencia: el Gobierno, principalmente para importar combustibles esenciales para el sector productivo y la ciudadanía, y los empresarios, para importar insumos, bienes de capital, equipos y, recientemente, combustibles. Por ello, considerando el bien mayor y el impacto en el bolsillo de la gente, tomando en cuenta el anuncio del Presidente del Estado de priorizar la gestión sobre su deseo de reelección, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) ha propuesto cuatro medidas para frenar la escalada del dólar y evitar que la situación empeore:
- Destrabar los créditos bloqueados en la Asamblea Legislativa Plurinacional.
- Facilitar las exportaciones para no limitar el ingreso de dólares al país.
- Simplificar la producción y exportación por parte de las entidades estatales involucradas.
- Forjar una agenda público-privada basada en la seguridad jurídica, la libre exportación y acciones contundentes e inmediatas.
Dado que “las señales cuentan”, solo con estas medidas el dólar podría estabilizarse.
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
La opinión expresada en este artículo es de exclusiva responsabilidad del autor y no representa una posición oficial de Enfoque News.
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