

Haití enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes: más de la mitad de su población sufrirá hambre severa hasta junio, y al menos 8.400 personas podrían morir de inanición en albergues improvisados. Así lo revela un nuevo informe de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF), una alianza de agencias de Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales.
La violencia imparable de las pandillas y el colapso económico han llevado al país al borde del abismo. Según el informe, el número de personas en condiciones extremas de inseguridad alimentaria aumentó en más de 300.000 en el último año, alcanzando los 5,7 millones. La falta de acceso a alimentos, empleos y servicios básicos ha dejado a millones de haitianos atrapados en una lucha diaria por sobrevivir.
Uno de ellos es Jackie Jean-Jacques, de 52 años, quien vivía con su esposa y tres hijos en Puerto Príncipe hasta que la violencia lo obligó a huir. Ahora reside en un albergue improvisado, donde la comida escasea. “Hay días en que los niños tienen que vivir de agua con azúcar y pan. Me duele ver eso”, lamentó. Jean-Jacques trabajaba como conductor de autobús, pero el costo del combustible y el temor a ser atacado lo obligaron a abandonar su empleo. Su esposa intenta mantener a la familia vendiendo artículos pequeños en la calle. “Esto no es suficiente para alimentarnos”, dice con resignación.
La situación es crítica en las zonas controladas por pandillas, donde el acceso humanitario está bloqueado y miles de familias viven en condiciones inhumanas. La inseguridad y la inflación han hecho colapsar los mercados locales, y el precio de los alimentos básicos se ha vuelto inalcanzable para la mayoría.
El informe advierte que, sin una intervención urgente, la crisis alimentaria seguirá agravándose. Naciones Unidas y otras organizaciones humanitarias han solicitado acceso seguro y fondos para atender la emergencia, pero enfrentan enormes obstáculos logísticos y de seguridad.
La crisis en Haití no es solo una emergencia alimentaria: es un reflejo de un Estado colapsado, donde la población ha quedado a merced del hambre, la violencia y la desesperanza. Las consecuencias humanitarias podrían extenderse más allá de sus fronteras si no se actúa con urgencia.
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