AFP.- A Vera Lúcia da Silva no le cabe más purpurina en el cuerpo: esta empleada doméstica de Rio de Janeiro está lista para dar rienda suelta a su alegría con el pleno regreso del carnaval callejero, tras la pandemia y un periodo sombrío para la cultura con el expresidente Jair Bolsonaro.
“Para los cariocas, el carnaval es todo lo que está bien, el pueblo mezclado en la calle, todos felices”, dice Da Silva, de 58 años, en el desfile del tradicional “bloco” Céu na Terra, una de las 400 comparsas autorizadas a desfilar en Rio este año.
El popular carnaval de Rio, que ocurre simultáneamente en las calles y el Sambódromo, fue cancelado en 2021 por la pandemia. En 2022 la alcaldía autorizó los desfiles de las escuelas de samba, pero la fiesta callejera regada con cerveza, música y purpurina debió esperar.
Además de ser el primer carnaval sin restricciones, muchos brasileños celebran este año el fin de la presidencia del ultraderechista Bolsonaro, que promovió recortes presupuestarios en la cultura. Bolsonaro fue derrotado por un estrecho margen por el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones de octubre.
“Es un renacimiento” después de “un período oscuro”, dice a la AFP Péricles Monteiro, uno de los fundadores de Céu na Terra, que el sábado retomó sus cortejos bajo el tema “Están volviendo las flores”.
“Nos sentíamos sofocados como grupo cultural, como ciudadanos políticos, por la inseguridad de la crisis sanitaria y las muertes de la pandemia”, agrega Monteiro, que dirige a los 200 miembros de la orquesta.
La primavera se expresa en sus trajes rebosantes de flores y en la alegría del público que los sigue cantando en cortejo por las calles estrechas del barrio Santa Teresa.
Como es costumbre, sus disfraces derrochan creatividad y, algunos, sátira política.
Los profesores Amelia Crespo, de 44 años y Caique Torres, de 57, vistieron una camisa amarilla de la selección de fútbol aludiendo a los seguidores de Bolsonaro autodenominados “patriotas”, que tras su derrota se instalaron frente a los cuarteles pidiendo una intervención militar.
“Somos los patriOTARIOS, queremos ‘carnaval por encima de todo, cachaça dentro de todos'”, afirma Crespo, ironizando sobre el principal lema bolsonarista: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
Fiesta y política
“Brasil vivió un periodo en que el poder político era contrario al carnaval”, explica Adair Rocha, director del departamento de Cultura de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro.
Por eso, este año los desfiles ocurren en un clima “de alegría, de vuelta a la democracia”, sostiene Rocha.
“El carnaval en sí es una expresión de democracia, de celebración de la vida. Por eso, en él no cabe ninguna expresión de autoritarismo”, agrega.
Durante la campaña electoral, Lula se reunió con representantes de las escuelas de samba, y según los medios locales, podría acudir este año al Sambódromo, algo que oficialmente todavía no se confirmó.
Su esposa, Rosangela “Janja” da Silva, será madrina de la vieja guardia de la escuela Imperatriz Leopoldinense y dijo que apoyará la reactivación de sus proyectos sociales en las favelas de Rio.
En los galpones de la Ciudad de la Samba, donde las agrupaciones preparan sus suntuosos desfiles, se respira una dosis extra de optimismo.
“Sentimos que la cultura vuelve a ser valorizada. Será el carnaval de la redención, de la esperanza en un futuro mejor”, dijo Tarcisio Zanon, director creativo de la escuela Viradouro.
Cinco millones de personas
La alcaldía espera este año cinco millones de personas para el carnaval callejero, y un movimiento estimado de mil millones de reales (USD 190 millones) en la economía local.
El entusiasmo es palpable en el barrio de comercio popular Saara, en el centro de Rio, meca de las lentejuelas, pelucas, faldas de satén y sombreros de todo tipo.
“La gente está con las ganas de festejar, atragantadas después de dos años. Lo que más buscan es ropa leve para el calor de Rio de Janeiro”, dice el vendedor Marcelo Rodrigues.
Rodrigo Carvalho fue en busca de “brillos, abanicos y una visera” para resguardarse del sol.
Con protesta política o por pura diversión, “El carnaval de calle es el alma brasileña”, sostiene Caique Torres.
“La vida es dura y la fiesta es la posibilidad del encuentro. Cada pueblo tiene su fiesta por excelencia y la nuestra es el carnaval”.