EFE.- La vida en Gaza se ha convertido en una lucha desesperada por estar a salvo y “la guerra parece más peligrosa que nunca”, afirman sus residentes, ante los fuertes bombardeos israelíes, en el segundo día de guerra entre Israel y las milicias del enclave tras un ataque sorpresa por tierra, mar y aire del grupo islamista Hamás.
Encerrada en casa con su familia en la localidad de Yabalia, en el norte de la Franja, Asma Tayeh, joven palestina de 27 años, dijo a EFE que la actual escalada “parece más peligrosa que nunca” ante la voracidad de los combates y los ataques aéreos israelíes, que han causado al menos 313 muertos y más de 2.000 heridos en la Franja, según datos de su Ministerio de Sanidad.
El área norte de Gaza, donde reside Tayeh, fue desde el estallido de esta guerra uno de los puntos más castigados por los enfrentamientos. Desde ayer por la tarde, más de 20.000 gazatíes -muchos de ellos de la zona septentrional- fueron desplazados a escuelas de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) informó el asesor de medios de la organización, Adnan Abu Hasna.
Los desplazados han sido repartidos en unos 44 centros escolares, muchos procedentes del área fronteriza con Israel -uno de los puntos de más fricción por la incursión de milicianos palestinos a territorio israelí- y del sur de Gaza, concretó Abu Hasna, que agregó que es probable que el número de evacuados aumente en próximas horas.
La familia de Hasan Ghubayn, de 37 años y padre de nueve hijos, se fue ya ayer por la mañana de su casa en la localidad norteña de Beit Lahia ante la intensidad de los miles de cohetes lanzados por combatientes palestinos, que también cayeron algunos dentro del enclave, donde viven hacinados 2,3 millones de gazatíes.
Ghubayn, que tiene presente escaladas bélicas y las cuatro guerras previas de Gaza con Israel desde 2008, decidió salir con sus familiares “antes de la respuesta israelí”, y según pudo comprobar EFE, ahora está en un aula de una escuela de UNRWA junto a otras tres familias, donde duermen unas 50 personas.
Otras familias, como la de Tayeh, optaron por quedarse en su casa, pero “están preparadas para evacuarse si es necesario”, remarca la joven, mientras siguen los duros bombardeos israelíes que, entre otros, dejaron reducidos a escombros seis torres de gran altura.
La primera en caer ayer fue la Torre Palestina, de 14 plantas y en el centro de Gaza ciudad, donde Tayeh trabajaba en las oficinas de una empresa que ahora están en runas. A su vez, el inmueble tenía unos cien domicilios residenciales, y su destrucción dejó a 85 familias sin hogar y desplazadas en las escuelas de UNRWA.
Según datos obtenidos por EFE del jefe de la Oficina de Medios del Gobierno de Hamás en Gaza, Salama Marouf, 1.210 unidades residenciales quedaron parcialmente dañadas y 34 destruidas por los ataques aéreos israelíes que siguen impactando en Gaza.
Por su parte, las milicias palestinas lanzaron al menos 3.200 cohetes a Israel desde ayer, que junto a los ataques de milicianos en comunidades israelíes cercanas a Gaza se saldaron de lado israelí con más de 600 muertos y 2.000 heridos.
En el enclave, con una dimensión de solo 365 kilómetros cuadrados, entre los lugares más densamente poblados del mundo y bajo bloqueo israelí desde 2007, la sensación general es estar en una ratonera donde difícilmente pueden protegerse ante ataques aéreos.
Anoche, el portavoz en árabe del Ejército israelí, Avihay Adraae, instó a los habitantes de Gaza a evacuar a varios puntos del centro de la ciudad de Gaza ante inminentes ataques. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, instó también a los civiles a irse de cualquier punto cercano a puestos de Hamás, y advirtió que Israel “reducirá a escombros sus escondites”.
Las autoridades israelíes cortaron ayer el flujo de electricidad que proveen a Gaza, y con el paro de su principal central eléctrica, la Franja se queda con menos de cuatro horas de luz al día mediante sus generadores.
Ante ello, muchos gazatíes pasaron la noche sin electricidad ni internet, también desprovistos de productos de primera necesidad y sin acceso a información exterior excepto transmisiones de radio.
“Lo único que teníamos era miedo”, cuenta a EFE Fátima, palestina de 24 años, ahora evacuada en una escuela de UNRWA después de que los inmuebles de alrededor de su casa fueran demolidos.
“El verdadero horror comenzó cuando una casa vecina fue atacada y escuchamos gritos y llantos de los residentes bajo los escombros”, lamenta, en medio de un escenario incierto donde muchos en Gaza se temen lo peor.