La declaración brindada ante la Policía por el general Marcelo Zegarra ha desatado una tormenta de interrogantes y preocupaciones en los círculos de investigación y seguridad nacional. El exjefe de la Fuerza Aérea ha señalado directamente al excomandante del Ejército, Juan José Zúñiga, como el cerebro detrás de un plan para asumir el poder y reorganizar el gobierno con una cúpula militar.
En su testimonio, Zegarra aseguró que Zúñiga se veía a sí mismo como presidente y ya tenía en mente a dos altos militares para ocupar puestos clave en su gabinete. “Una vez que consolidemos la toma del poder, lo primero que se va a hacer es designar un nuevo gabinete de ministros donde el general Tomás Héctor Peña y Lillo va a ser el nuevo ministro de Defensa y el otro, coronel Calderón, sería ministro de la Presidencia,” declaró Zegarra, citando las palabras de Zúñiga.
El exjefe de la Fuerza Aérea detalló que estas declaraciones se hicieron durante una reunión el 26 de junio, en el despacho de Zúñiga en el Estado Mayor. A esta reunión asistieron cinco personas, todos militares, incluidos algunos en servicio pasivo. Entre los presentes, según Zegarra, estaban el general Tomás Héctor Peña y Lillo, el coronel José Antonio Agreda Mendívil y otro coronel cuyo nombre completo no pudo recordar.
A este grupo se sumaron el comandante de la Armada, Juan Arnez, y el mayor Sanjinéz, este último identificado por Zegarra como parte del personal de inteligencia de Zúñiga. La reunión se tornó aún más polémica cuando Zúñiga expresó su frustración por la situación de los militares encarcelados. “El general Zúñiga nos dice, ‘hermanos, ya basta de las humillaciones a las FFAA, ya es momento de tomar el poder, ya todo está planificado, ya desplacé los blindados a La Paz’”, recordó Zegarra en su declaración.
Estas revelaciones han encendido las alarmas y la indignación en diversos sectores, quienes ahora exigen una investigación exhaustiva para determinar la veracidad y alcance de los planes descritos por Zegarra. La posible implicación de altos mandos militares en una conspiración de este tipo podría tener profundas implicaciones para la estabilidad política y la seguridad del país.
Mientras tanto, las autoridades se mantienen en silencio, evaluando la magnitud de las acusaciones y los posibles pasos a seguir. La población, expectante, observa con atención el desarrollo de una trama que parece sacada de una novela de intriga política, pero que, según las palabras de Zegarra, es una preocupante realidad.