Argentina investiga.- A partir de la reutilización de desechos de la industria agroalimentaria y de un hongo con múltiples propiedades, unas científicas han confeccionado un biocuero.
La labor se ha realizado en el Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario, que depende de la Universidad Nacional de Rosario en Argentina y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Las investigadoras a cargo del proyecto están probando ahora la resistencia y la durabilidad del nuevo sucedáneo de cuero confeccionando con él pequeños objetos al estilo de billeteras.
El nuevo material es biodegradable, está hecho a partir de desechos de la industria agroalimentaria, tiene un aspecto, una textura y una resistencia similares a las del cuero y podría usarse para fabricar ropa, calzado y accesorios.
La ingeniera Adriana Clementz cuenta que desde hace años ella y sus colegas trabajan con hongos y en la revalorización de los residuos, y ante la inquietud de un grupo de emprendedores, unieron las experiencias y surgió este biocuero.
Para fabricarlo utilizaron un hongo llamado Ganorderma lucidum, que tiene propiedades medicinales. Este es alimentado con residuos de la agroindustria, como por ejemplo el orujo de uvas de una bodega. De esta forma, el hongo crece, se desarrolla y forma una especie de goma que luego recibe un tratamiento para que se asemeje al cuero. El proceso dura treinta días aproximadamente, aunque las investigadoras trabajan en acortar este plazo.
Es decir, que no solo lograron crear un biomaterial similar al cuero sino también “reutilizar un desecho que, de lo contrario, estaría contaminando el ambiente”, explica Clementz a Argentina Investiga.
En la actualidad hay dos empresas, una en los Países Bajos y otra en Estados Unidos, que patentaron un producto similar pero no está comercializado y tampoco divulgaron el proceso de producción. La idea de este equipo local es mejorar el material que ya obtuvieron y desarrollarlo en la Argentina como una alternativa más sustentable.
Un hongo con mucha historia
Los hongos tienen muchas aplicaciones. El Ganoderma lucidum que se ha empleado para producir este nuevo material fue reverenciado en Oriente durante miles de años por su efectos beneficiosos para la salud. E incluso en Corea y Japón durante algún tiempo se creyó que podía devolver la vida a los muertos.
Recién en la década de 1980 comenzó a estudiarse este hongo en Occidente. De forma arriñonada y chata, en su parte superior es rojizo y suave y en su parte inferior posee poros blancos a marrones, según su madurez. Crece sobre árboles envejecidos, especialmente de bosques subtropicales y sus características morfológicas varían con las condiciones medioambientales. Sólo 2 o 3 de cada 10.000 de estos árboles tendrán crecimiento de Ganoderma, por ello es sumamente raro encontrarlos en la naturaleza.
Hoy la ciencia realiza el cultivo artificial de este y otros hongos comestibles y medicinales. Un desarrollo del Laboratorio de Hongos Comestibles y Medicinales del CERZOS (CONICET-UNS) usa la cáscara de la semilla de girasol, un residuo abundante de la industria aceitera local, como sustrato para su cultivo. “La capacidad biotransformadora de estos organismos permite convertir un residuo de escaso valor en productos de alto valor económico”, afirma Maximiliano Bidegain, integrante del proyecto “Producción y comercialización del hongo Reishi (Ganoderma lucidum)”.
A este hongo se le atribuyeron numerosos efectos terapéuticos como anticancerígenos, antivirales (incluso contra el virus HIV), hipocolesteromiantes y antihipertensivos. El investigador explica que se lo usa particularmente cuando el sistema inmune se ve comprometido debido a su efecto activador. Sus beneficios se deben a los más de 400 componentes bioactivos, especialmente a los ácidos ganodéricos que le dan al hongo su característico sabor amargo, además de ser potentes agentes antitumorales y también a los polisacáridos, que tienen un efecto inmunorregulador.
“En la actualidad se estudia su uso como coadyuvante en la terapia contra el cáncer con resultados muy positivos, tanto en la actividad antitumoral como en el tratamiento de los efectos adversos de los fármacos de quimioterapia comúnmente utilizados. Además, se aislaron compuestos con gran actividad antiinflamatoria y escasos efectos adversos” afirma Bidegain.
Debido a su actividad antioxidante también se está investigando su uso en productos dermatocosméticos antienvejecimiento. Tiene actividad inmunorreguladora, hepatoprotectora y se demostró que ciertos componentes incrementan la insulina en sangre, lo que implica una reducción de la glucemia. Además de la actividad contra el HIV, se están estudiando sus efectos en contra del virus del herpes. A esto se suma su actividad antihipertensiva, inhiben la producción endógena de colesterol, prolongan y mejoran la calidad del sueño.
Otro punto a favor es su escasa toxicidad. Varios estudios científicos demostraron la ausencia de efectos adversos tras su consumo tanto a corto como a largo plazo. “Uno de los pocos puntos en contra es que, a diferencia de otros hongos medicinales, no es comestible debido a su sabor amargo y consistencia leñosa. Sin embargo, es posible la preparación de infusiones a partir del cuerpo de fructificación desecado y actualmente están en desarrollo suplementos dietarios a base de este hongo”, expresa Bidegain.
El equipo de investigación del IPROByQ está integrado por Diana Romanini, María Rocío Meini, Laureana Guerra, Camila Ponce de León, Natasha Melnichuk, Dana Piazza y Adriana Clementz.