La escasez del dólar estadunidense, la caída de la producción de gas, el ingreso a una nueva balanza comercial negativa y la falta de liquidez dejan a Bolivia en un momento de inflexión y de cambio, con pocas posibilidades para encarar los desafíos que se vienen a mediano plazo en la coyuntura internacional.
A pesar del potencial económico y recursos humanos que tiene el país, aún no avanza en su desarrollo y tampoco presenta cambios en su matriz exportadora, al mantener una mayor venta de materias primas y un porcentaje menor en productos no tradicionales.
“La economía boliviana tiene mucho potencial, sobre todo en recursos humanos, la misma actualmente puede ser considerada como una subdesarrollada o en vías de desarrollo, basada en un modelo primario exportador sin generación óptima de valor agregado en su producción”, según el análisis del presidente del Colegio de Economistas de Tarija, Fernando Romero.
Hasta la fecha, un 75% de sus exportaciones son “productos tradicionales” (minerales e hidrocarburos) y apenas un 25% “productos no tradicionales”, pocos manufacturados o industrializados, complementó.
Por su parte, el economista y exdirector del Banco Central de Bolivia (BCB), Gabriel Espinoza, señaló que Bolivia ingresó en un momento de inflexión y de cambio, a pesar de la narrativa de las autoridades económicas, que van en sentido contrario.
A pesar que las autoridades bolivianas sostienen que Bolivia continuará con su modelo económico –dijo– este es equiparable a un sistema de administración de rentas del Estado, aplicado desde 2005 en un entorno completamente diferente al que tenemos en la actualidad.
Explicó que el 2021 la economía mundial vivió una situación interesante, con tasas de interés accesibles para alcanzar el financiamiento, pues había disponibilidad de divisas y dinero, en general, era un sistema muy flexible.
Esa situación tenía que ver con la ampliación de las líneas de liquidez que daban los bancos centrales y los gobiernos, en general, a las familias y empresas para tratar de mitigar los efectos de la pandemia de covid-19, pero también con varios remanentes de políticas monetarias y fiscales que venían ya de varios años atrás, contextualizó.
Sin embargo, de acuerdo con Espinoza, esta realidad sufrió un cambio significativo en la pasada gestión, lo cual modifica el escenario para Bolivia, a lo que se suma el agotamiento de las reservas de gas y, por lo tanto, la principal fuente de ingreso del Gobierno, que se había transformado en el principal inversor, contratante y consumidor de la economía.
Aseguró que esa situación ya no es sostenible, debido a que las fuentes de ingreso cambiaron drásticamente, con la caída de la producción de gas, de los precios internacionales de las materias primas, así como el financiamiento flexible.
“Ese escenario viene de la crisis cambiaria, que no es más que la consecuencia de una serie de problemáticas acumulados, principalmente, por el lado fiscal más las debilidades que tiene Bolivia en el ámbito energético”, indicó Espinoza.
Crecimiento
Entre tanto, el economista y docente de la Universidad Técnica de Oruro (UTO), Ernesto Bernal, sostiene que la situación economía es preocupante, más aún cuando distintas organizaciones internacionales proyectan crecimientos bajos para la presente gestión.
El Banco Mundial estima un crecimiento para Bolivia de 2,8%, mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) fija un estimado en 1,8% y el Gobierno proyecta 4,8% para la presente gestión, según el Presupuesto General del Estado (PGE) 2023.
Otros datos preocupantes se refieren al déficit fiscal que se encuentran cerca del 8%, que va por su décimo año, también la caída de las Reservas Internacionales, que en abril bajó a 3.158 millones de dólares y la reducción de los Derechos de Giro (DEGs) del FMI.
Bernal recordó que sólo queda parte de las reservas de oro y en menor cantidad las divisas, a tiempo de indicar que la escasez de diésel obedece al incremento de los precios en el mercado internacional y la falta de dólares en la economía nacional, lo que retrasan las compras.
Indicó que eso no es todo, pues la deuda pública del país casi está cercana al 85% en comparación al Producto Interno Bruto (PIB), que ya habría pasado los techos de los organismos internacionales, a pesar de la narrativa del Gobierno que sólo toma en cuenta la deuda externa.
“Es preocupante la situación economía del país”, apunta y señala que la única variable baja es la inflación, con un acumulado de 2,73%, pero el resto de los indicadores, se encuentran en una situación complicada.
Información
Por otra parte, el economista Darío Monasterio lamenta que el país no cuente con información actualizada de varios indicadores económicos, que son importantes para aplicar políticas de Estado.
Observa que una baja inflación, que según el Gobierno registra la economía nacional, obedece a dos motivos: uno se explica por el exceso de la oferta en el mercado, que no es el caso del país pues no hay producción excedente; y la otra por la baja demanda, es decir no hay recursos disponibles en la familia para consumir o invertir en las empresas familiares.
Sostuvo que la incertidumbre que proyecta una imagen negativa del país puede incidir en una menor inversión extranjera, a esto se suma la desinstitucionalización en las reparticiones del Estado, que dejaron de ser independientes.
La situación negativa de la economía nacional es evidente por la caída del gasto en la inversión pública, en la presente gestión, que llega a 1.000 millones de dólares y la ejecución que apenas pasa el 50%.
Las exportaciones –manifestó– tuvieron su auge con el alto precio de las materias primas, como el oro y el gas, pero la caída de la producción del energético redujo los ingresos del país.
En su opinión, sería importante pensar en fomentar la agroexportación y asegura que el crecimiento sigue siendo un rebote del 2020, pues no se puede recuperar los crecimientos antes de la pandemia. “No hay una recuperación economía ni siquiera las que da el Gobierno a nivel pre pandemia”, concluyó.