DW.- El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), una ONG con sede en Londres, informó este domingo que al menos 31 civiles y militares murieron mientras recolectaban trufas en la zona de Duizen, provincia de Hama, en el noroeste de Siria, donde aún quedan activas algunas células del grupo radical Estado Islámico.
El OSDH atribuye precisamente el ataque a los yihadistas, y agrega que entre las víctimas fatales hay al menos 12 combatientes prorrégimen. Durante la temporada de recolección de trufas, es habitual que se produzcan este tipo de incidentes, dado que para obtener el preciado producto muchos ciudadanos se adentran en áreas desérticas donde hay radicales o minas plantadas en los caminos.
También este domingo, y en otro incidente, cuatro pastores murieron en la región siria de Deir Ezzor, en el este, a manos de presuntos yihadistas del Estado Islámico, agregó el OSDH. Otros dos pastores fueron secuestrados. Desde febrero, más de 200 personas, en su mayoría civiles, murieron tras ataques de Estado Islámico o víctimas de minas dejadas por los extremistas.
Arrinconados, pero peligrosos
Si bien Estado Islámico perdió en marzo de 2019 los últimos territorios que dominaba en Siria, sus células siguen presentes en zonas desérticas, desde donde lanzan ataques. Por ejemplo, a mediados de marzo, asesinaron con armas blancas a 15 recolectores también en Hama, mientras que el suceso más mortal de la temporada tuvo lugar a mediados de febrero en Homs, en el centro de Siria, donde 68 personas murieron tiroteadas mientras buscaban ejemplares del hongo.
La trufa del desierto, que se recoge de febrero a abril, se vende en Siria a un precio de hasta 25 dólares el kilo, en un país donde el salario medio mensual es de unos 18 dólares. Siria está sumida en una grave crisis económica y cerca del 90 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, en momentos en que la nación vive además su peor crisis humanitaria desde el estallido del conflicto armado hace casi doce años.