Texto: Elías López Fernández
La identidad es nuestra afirmación en y hacia el mundo. Es ella la que nos da las coordenadas que utilizamos para enraizarnos en un devenir y distinguirnos de los otros. “En el marco de la interculturalidad, considero que deberíamos tener elementos que nos identifiquen y distingan como bolivianos nacidos en este territorio que se denomina Bolivia, respetando las identidades indígenas, y obviamente que todo esto tiene que ver también con la educación”, contextualizó el investigador Adán Pari.
El sistema educativo –dijo– debe contribuir en la construcción de la identidad nacional boliviana, pero respetando la diversidad cultural de los pueblos indígenas que están reconocidos en la Constitución Política del Estado (CPE).
“Es complicado, pero no imposible. Creo que para eso debe haber un equipo de profesionales que puedan pensar en todas estas dimensiones para perfilar un horizonte”, argumentó.
Con la finalidad de alcanzar este propósito, de acuerdo con los expertos, es necesario planificar políticas que tengan solidez, viabilidad y condiciones de operatividad a partir de la educación, con un enfoque intercultural e inclusivo, regidos por criterios de diversidad regional, departamental y municipal.
Cualidad e identidad
Para el sociólogo e investigador Casiano Salazar toda identidad es una cualidad en proceso que hereda el devenir histórico de una realidad social determinada, lo cual se constituye en una caracterización con un contenido definido. En este entendido “la identidad es un contenido que se distingue de otros, porque se diferencia y, en sí misma, busca contrastarse del entorno o el conglomerado social que le rodea”.
En la actualidad es imposible precisar la identidad boliviana, cuando en el país afloran las diferencias culturales y regionales, las mismas que están muy acentuadas en sus formas de vida.
Bolivia es un país –dijo– con diversidad identitaria: existen identidades étnicas, culturales, históricas, territoriales entre la población y, en esa línea, al país le tocó ser testigo del surgimiento de nuevas identidades, mientras que otras tienden a desaparecer. “El concepto camba, colla, chaqueño, nos marca una identidad territorial, mientras que hablar del paceño, cruceño, orureño, chuquisaqueño, etc., se refiere a las identidades departamentales; a la par de éstas, también están las identidades culturales como la chiquitana o la guaraní, que contemplan varias identidades étnicas, como son los guarayos, yukis, sirionós, tapietes, entre otros”, explicó.
Bolivia fue fundada en 1825, en un territorio diverso al igual que las identidades que la habitaban. Esta diversidad se presentaba producto de los distintos pueblos indígenas que poblaban su suelo y con la llegada de los colonizadores de Europa y los esclavos negros, surgieron nuevas identidades a lo largo del periodo colonial. En este contexto, la primera Constitución que definía a los bolivianos había sido aprobada, con la finalidad de crear republicanos para el nuevo Estado.
En pleno siglo XX, la Revolución de 1952 en Bolivia buscó homogeneizar a la población soslayando las diferencias étnicas y regionales que existían entre los bolivianos. Los pueblos indígenas de la zona andina, fueron denominados campesinos, haciendo referencia a su clase social, lo cual no reflejaba su identidad y a los habitantes de las tierras bajas se les llamaban bárbaros o salvajes. Se buscaba eliminar las diferencias identitarias, lo que llevó años después a que los pueblos de tierras bajas exijan el reconocimiento de su condición de indígenas del oriente boliviano.
Identidad en la diversidad
Para el educador e investigador Emilio Conde, en Bolivia no se puede pensar en el sentido de pertenencia sin apelar a la diferencia, “no existe identidad sin diversidad”. Desde esta perspectiva la interculturalidad es, por tanto, un intercambio de identidades distintas; solo en un segundo momento de reflexión analítica, esta relación, se podrá referir también a elementos culturales o a las culturas mismas.
Es así que, en la vida cotidiana, cuando abordamos el tema de las fidelidades sociales ante colectivos mayores, cada persona busca, con la intención de identificarse, transmitir una pertenencia que puede ser de carácter familiar, laboral, geográfico, religioso, lingüístico, ideológico, entre otros, que permitirá a los conglomerados sociales ubicarse en su singularidad social o pertenencia territorial.
Ante esta realidad, indicó que los bolivianos de cada región hemos buscado un acuerdo, en procura de la cohesión, a partir de las expectativas socioeconómicas y de la interacción intercultural, sin olvidar la identidad y cultura que sustenta cada persona que conforma nuestra sociedad. Teniendo en cuenta estos aspectos y las diferentes identidades que subsisten en nuestro país, se requiere retomar el diálogo intercultural, pero esta vez considerando que aún persisten relaciones no horizontales y estando muy lejos la armonización de los mutuos intereses, con la finalidad de avanzar en la construcción de una Bolivia democrática, intercultural, equitativa y sostenible.